Representación e identidad: descubrimiento, amor y disciplina

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Representación e identidad: descubrimiento, amor y disciplina

La principal representación cultural de la enfermería, gira en torno a procesos relacionados con su identidad. Cuando se asume la mirada hacia las prácticas de significación propias o internas, uno de los primeros elementos que emergen es el sí mismo o el «nosotros” que ha sido construido, sobre todo en el contexto de formación profesional, porque es uno de los propósitos y el sustento existencial de la labor que se desarrollará en el mundo laboral, profesional e intelectual. Así que una mirada global de la representación cultural de la enfermería es en sí misma, una mirada a su identidad. De igual forma, de acuerdo con Colliére, responder esta pregunta es aproximarse a la identificación de las características de los cuidados y del servicio de enfermería (Colliére, 2009).

Para hablar de identidad se recurre a los referentes conceptuales de Restrepo (2006) y Hall (2011), los cuales, desarrollan su trabajo en sintonía con el enfoque construccionista de este capítulo. Se retoman las siguientes afirmaciones y se asocian inmediatamente con el contexto de la enfermería. En ese sentido, en primer lugar, se sostiene que las identidades sociales son puntos de articulación entre discursos colectivos, subjetividades y locaciones sociales Restrepo, 2006; Hall, 2011). En este caso, los primeros se refieren a los desarrollos epistémicos de la enfermería, los segundos la experiencia individual de cada persona y la tercera se refiere al género, la edad, ideología política, entre otras. A lo anterior, debe agregarse que lo que determina esta articulación son las circunstancias históricas y sociales, generalmente marcada por una serie de coyunturas, la mayoría de las cuales han sido descritas en los apartes arriba mencionados.

De igual forma, la identidad establece la demarcación de la diferencia entre un nosotros-otros (55), y se desarrollan en el marco de relaciones de poder (Hall, 2011). La diferencia, en el caso de la enfermería, se realiza en el sentido profesional e intelectual, a partir de la delimitación de un objeto y sus propósitos. Dicha demarcación, la ubica en el área de las ciencias de la salud, pero claramente, a través del cuidado, realiza la delimitación respectiva de sus alcances, definiendo un «nosotros”, enfermeros-enfermeras, frente a «otros” médicos, odontólogos, fisioterapeutas, etc. Sin embargo, esta diferencia, en las condiciones de la ciudad y el país, a partir de situaciones ya mencionadas, reflejan diferencias en términos del estatus y reconocimiento social de la profesión, generalmente sumergida en la dinámica de enfermería-mujer, que cuida y médico- hombre, que cura. Estas situaciones plantean la identidad en el marco de las relaciones de poder y, el hecho de que sean dadas en condiciones desfavorables, las convierte en estrategias de resistencia y empoderamiento Restrepo, 2006), así como formas de posicionarse a través de un discurso, el enfermero.

Un referente para la gestación de la identidad enfermera se presenta en el momento de elección de la carrera: «donde se enciende la chispa”. Si bien pocos aspirantes toman la enfermería como primera opción, la mayoría de ellos, desconocedores del perfil profesional y laboral de las diferentes disciplinas de la salud, se dejan llevar por el reconocimiento social de la medicina y piensan en ella como primera opción. Sin embargo, el programa no se oferta en la ciudad o los costos son muy elevados, por lo que deciden iniciar sus estudios en carreras afines, siendo la enfermería una de ellas. El aspirante no tiene claro el objeto de cada disciplina, pero si sabe que desea «ayudar al otro”, lo que le permite que, en el desarrollo de la carrera y generalmente en cuarto semestre, cuando tiene contacto «real” con las personas, «descubra” el sentido de la enfermería.

Yo me sentía muy feliz de empezar a estudiar y con el tiempo descubrí que mi misión, lo que yo creía que era la medicina, era más lo que hacía la enfermera. Yo pensaba que el médico era el que estaba con el paciente, que lo atendía y lo formulaba y compartía con él, y a lo largo del tiempo me di cuenta que no era así, que quien hacia eso era la enfermera, no el médico; entonces por eso me gustó más cuando llegué al cuarto semestre, aquí abrieron medicina, ya nos habíamos pasado a esta sede y mi papá me dijo si te quieres pasar, pásate, pero yo ya había comenzado y a mí me gustó, yo termino mi carrera y aquí estoy, siendo enfermera (Entrevista González 2016).

Mi primer paciente, que nunca lo olvido, se llamaba Eusebio y él tenía lepra y vivía en un ranchito de palo y nosotros le hicimos un cuarto, pero en cemento, nos pusimos a pedir plata en todas las ferreterías iba yo con un conchito y la foto del señor y la foto de la casa, íbamos varias compañeras pedíamos plata y nos daban materiales, y con todo eso construimos la casa.

Eso fue lo que más me marcó y que ahí fue donde me comencé a enamorar de la carrera, porque yo sentía que la gente yo la trataba y la ayudaba y la gente me apreciaba, entonces yo sentía que había como una retribución o un agradecimiento a lo que yo hacía, entonces me pareció bonito y me comenzó a gustar la carrera.

Descubrí la enfermería ahí… un sentimiento como que, de ayuda, que había encontrado algo en donde yo podía ayudar a la gente. En ese semestre, en el segundo, tuve la oportunidad de estudiar medicina, pero yo le dije que no, porque ya me había enamorado de la carrera. (Entrevista Padilla, 2016)

De igual forma, las personas que eligen la carrera como primera opción, lo hacen a partir de una experiencia previa como auxiliares o por episodios del pasado que han marcado su vida, pero todos ellos reconocen «el deseo de ayuda”, como punto de referencia para la definición de la enfermería. Este «descubrimiento”, por tanto, constituye la primera fase del proceso de articulación entre el discurso enfermero desarrollado en las clases (tanto en su recibimiento como en su preparación) y las subjetividades, al tiempo que va estableciendo distinciones de profesiones como la medicina al reconocer que eso [la enfermería] era lo que en realidad quería estudiar y no la medicina.

Porque hoy en día yo le tomo los pies [al paciente], le sobo la cabeza, a la mujer que está en trabajo de parto, le tomo el brazo, le sobo la barriga, y yo me siento bien, lo que descubrí, que realmente enfermería es una óptica que me enseñaron y en congruencia lo que yo soy como docente. Antes, para mí, no era la enfermera que yo quería ser, ahora sí. (Entrevista, Vásquez, 2017)

A medida que se va construyendo la identidad enfermera, la rivalidad con la profesión médica se va acrecentando como parte del establecimiento de la diferencia. Pero esta lleva implícita el reconocimiento de la labor profesional, en términos del conocimiento y de todo lo que significa cuidar, lo que se advierte en un regaño frecuente a una estudiante, cuando se le recalca que «usted no va a salir a servirle el tinto al médico”, o las múltiples anécdotas que refieren al respeto que han logrado ganarse en el mundo laboral en el que los médicos gozan de mayor estatus. En otras palabras, la rivalidad debe entenderse como una metáfora de la constante lucha por el reconocimiento profesional y laboral.

Las locaciones sociales de estudiantes y profesoras de la facultad facilitan las articulaciones con el discurso enfermero. La mayoría femenina, madres (en el caso de las docentes), clase media y en su mayoría religiosa, han permitido ser interpeladas por los discursos de la profesión, en términos del afecto, sentimiento de solidaridad con el necesitado (Jesse, 2011), respuesta al llamado (Nightingale, 1992) y la vocación, los cuales constituyen, en términos generales, algunos de los elementos de dicho discurso. Sin embargo, la dimensión subjetiva aporta insumos para la comprensión de la variabilidad individual de los procesos, permitiendo que, la aparente homogeneidad del discurso sea superada y, por el contrario, se evidencien varios matices en la constitución de la identidad y en la representación de la profesión.

¿En qué consistió ese discurso? ¿Cómo se desarrolló? El discurso se fundamenta en la episteme enfermera y fue elemento constitutivo del proceso formativo. En otras palabras, la capacidad interpeladora del discurso y su efectividad en los procesos de articulación fue causa y efecto en el proceso formativo y, por lo tanto, la identidad construida es la evidencia del proceso educativo exitoso, por lo menos desde el punto de vista de la valoración simbólica. Es necesario resaltar que, el conocimiento enfermero al que se hace referencia fue tomando a partir de elementos teóricos, y reinterpretado con fines educativos y de su posicionamiento en la ciudad.

De acuerdo a lo anterior, las representaciones del discurso enfermero, que constituyen la base de la identidad durante el proceso formativo, estuvo cargado de aspectos emocionales y espirituales, más que en recursos teórico-conceptuales. No quiere decir que no existieran, pero los códigos compartidos giran en torno a estos dos aspectos y no tanto del andamiaje teórico de la enfermería, constituyéndolos en elementos primordiales de las representaciones de la profesión. Frente a eso, una egresada de la primera cohorte sostiene que:

Yo he logrado amar la carrera y cada vez que avanzo a lo largo de mi vida, veo todo lo que me da la enfermería. He conseguido todo el trabajo que quieras, en distintas áreas he estado, en el área asistencial, en el área de docencia, he estado en el área administrativa, porque me da un abanico de posibilidades, por eso me gusta, porque no te encasillas, porque la enfermería no es solo atender pacientes, entonces no me encasillo, yo me puedo mover en cualquiera de esos ambientes, eso enamora, porque te da un campo de acción mucho más amplio, todo depende de la visión que tenga la profesional que sale. Si tú estás pensando que solo vas atender pacientes, que solo vas actualizar carro, de ahí no vas a salir y hay muchas que se quedan ahí y no buscan avanzar, pero el amor siempre se tiene por la carrera o sea tú lo vas a tener siempre. (Entrevista González, 2016)

Por su parte, una de las profesoras sostiene:

Como docente te puedo decir que le trabajé a la universidad con muchísimo amor y le puse toda el alma, me gustaba, me sentía realizada por transmitir mis conocimientos, por enseñarle a los estudiantes, y hay algo muy satisfactorio y es que yo me las encuentro en todas partes y ellas conmigo son… me reconocen le hablan a las demás de mí, eso es algo que te da mucha satisfacción. (Entrevista Acosta, 2016)

Junto a los aspectos emocionales, el discurso enfermero encontró en la espiritualidad otro de los elementos interpeladores. Se fundamentó en establecer una imagen trascendente del ser enfermero, con el propósito de concebir la profesión como algo que se encontraba más allá del simple cumplimiento de actividades y más cercano a elementos en los cuales la enfermería es concebida desde la vocación, el arte y la mística, es decir, desde fundamentos que le otorgan un carácter especial al actuar profesional, expresado comúnmente a partir de la afirmación sobre que «no cualquiera puede ser enfermera/o” o que la enfermería no la hace el título, sino actitudes como el compromiso y la vocación.

Un tercer elemento presente en la construcción de la identidad de la enfermería es la disciplina. En la primera parte de este capítulo se indicó que, ante las limitaciones de otros recursos, el performance enfermero se convirtió en una de las estrategias educativas implementadas. Dicho performance, en tanto personificación, integró varios elementos del ser enfermera, siendo la disciplina uno de los más esenciales para el establecimiento de sus características.

La disciplina hace referencia a las pautas de comportamiento que, en este caso, debe asumir la enfermera(o), como parte del cumplimiento de parámetros que la definen. Se presenta en docentes a través del performance y se les exige a estudiantes desde una visión general y procurando la armonía entre conocimiento, imagen y ser. De esta manera, la personificación que significó el performance enfermero por parte de los docentes, exigió el cumplimiento de los parámetros exigidos a estudiantes, en el sentido que, se estaban planteando como ejemplo a seguir.

Lo anterior permitió que, las articulaciones identitarias se forjaran en la relación profesor-estudiante, bajo un ambiente determinado por el proceso educativo y en el que las características de los primeros, siendo la personificación del «ser enfermero” serían vitales para el desarrollo exitoso del proceso. La labor docente, por tanto, recogió una compleja fórmula de, por un lado, afecto y familiaridad con el estudiante, y por otro, exigencia y rigidez que, en ocasiones, generaba una variedad de estados ubicados entre el miedo y respeto. Esta rigidez y exigencia de las profesoras, servía para la demarcación de la autoridad en términos de la validez del conocimiento, pero también, como estrategia de enseñanza orientada bajo la lógica de enseñanza de otros tiempos, que recurría a métodos de control dirigidos a encauzar el comportamiento del estudiante hacia los parámetros que habían sido establecidos en el ideal de la enfermería.

Todo eso [lo visto en clase] nos llevó a ser lo que nosotras somos ahora, ese amor y el querer amar el uniforme y el ser disciplinadas, es por eso, pero es que la carrera amerita hacer eso, nosotros tratamos de hacerlo con estos estudiantes, pero estamos en una época distinta… (Entrevista González, 2016)

Los cambios generacionales que ya han sido mencionados, tanto de profesores como estudiantes, así como en el paradigma de la educación universitaria, influyeron en la transformación de la dinámica. Con el tiempo, la tendencia pasó de la enseñanza al aprendizaje, dejando atrás la clase magistral y el desplazamiento de la figura del docente como centro de la experiencia, pasando a ocupar este lugar el proceso pedagógico en sí mismo, donde los recursos educativos, las actividades y estudiantes tenían mayor protagonismo que antes. Dicho desplazamiento, junto al cambio generacional, empezaron a desdibujar y tornar obsoleto el performance enfermero, junto a los demás componentes del enfoque «clásico” que marcó la experiencia de las primeras cohortes, pero no cambió el discurso, ni las dinámicas representacionales del discurso enfermero.

 

 

La relación entre representación, identidad, descubrimiento, amor y disciplina es compleja y multidimensional, ya que involucra aspectos psicológicos, sociales y culturales:

  1. Representación e Identidad:
    • La representación se refiere a cómo se retrata o se percibe algo o alguien en la sociedad, mientras que la identidad es la comprensión y percepción de uno mismo. La representación puede influir en la construcción de la identidad personal y social. La forma en que un individuo o grupo es representado en los medios, la cultura o la sociedad puede tener un impacto significativo en cómo se perciben a sí mismos y cómo son percibidos por los demás.
  2. Descubrimiento de la Identidad:
    • El descubrimiento de la identidad es un proceso personal y social en el que un individuo explora y comprende quién es. Este proceso puede estar influenciado por factores como la cultura, la educación, las experiencias personales y las interacciones sociales. El descubrimiento de la identidad puede ser un viaje continuo a lo largo de la vida, con la persona explorando y redefiniendo constantemente quién es.
  3. Amor y Construcción de la Identidad:
    • El amor, tanto el recibido como el expresado, desempeña un papel crucial en la construcción de la identidad. Las relaciones significativas, ya sea el amor de la familia, amigos o parejas, pueden influir en cómo se percibe uno mismo. El apoyo emocional y el afecto positivo pueden contribuir al desarrollo de una identidad saludable y resistente.
  4. Disciplina y Desarrollo Personal:
    • La disciplina, entendida como la autodisciplina y el autocontrol, es esencial para el desarrollo personal. La capacidad de establecer metas, mantener hábitos saludables y resistir las tentaciones contribuye al crecimiento y la madurez. La disciplina también puede estar vinculada a la construcción de la identidad, ya que el individuo aprende a definirse a través de sus elecciones y acciones.
  5. Intersección de Factores:
    • Estos elementos no existen de forma aislada, sino que interactúan entre sí. La representación en la sociedad puede influir en el descubrimiento de la identidad, y las relaciones de amor y la disciplina pueden tener impactos significativos en cómo se percibe y desarrolla la identidad personal.
  6. Cuestiones Culturales y Sociales:
    • Las cuestiones culturales y sociales también desempeñan un papel importante en la representación e identidad. La diversidad cultural, las normas sociales y las expectativas pueden influir en cómo las personas se ven a sí mismas y son vistas por los demás.

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