LA COMUNICACIÓN NO VERBAL

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Introducción


La comunicación verbal y no verbal actúan, como hemos dicho, de forma complementaria dentro de la comunicación interpersonal, pues sólo así se transmite toda la riqueza expresiva de una persona. No obstante, cada uno de estos tipos de comunicación tiene características particulares.

Los elementos que conforman la comunicación no verbal se deben contemplar dentro del proceso de comunicación en su conjunto: constituyen el «vocabulario no verbal» y tienen también características propias.

Según Knapp (1982), las funciones primarias de la conducta no verbal, dentro de la comunicación interpersonal, son:

Expresar emociones.
Transmitir actitudes interpersonales (gusto /disgusto, dominancia/ sumisión,…)
Mostrar a los otros la propia personalidad.
Acompañar al habla con diversas funciones, tales como:

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Repetición

Repetir lo que se dijo verbalmente. Por ejemplo, pedirle a alguien que salga de una habitación y luego señalarle la puerta.

Contradicción

Contradecir lo dicho verbalmente. Por ejemplo, decir «no estoy nervioso» y tener las manos temblando y la frente sudorosa.

Sustitución

Sustituir a los mensajes verbales. Por ejemplo, girar la cabeza hacia otro lado tras recibir una pregunta significa «no me interesa la pregunta» o «no te respondo».

Complementariedad

Acompañar en la modificación o elaboración de mensajes verbales. Por ejemplo, indicar con las manos el tamaño de la televisión que estás explicando que compraste ayer.

Acentuación o énfasis

Resaltar las partes del mensaje oral que nos interese. Por ejemplo, echarse las manos a la cabeza al contar lo ocurrido ayer.

Regulación (retroalimentación)

Para regular los flujos o movimientos de comunicación entre los interlocutores; es decir, ayuda a sincronizar los turnos de palabra. Por ejemplo, asentir con la cabeza para que continúe hablando o cambiar de postura cuando se está impaciente por tomar el turno.

 

Gesto

Entendemos por gesto el movimiento que hacemos con el cuerpo al comunicarnos. Los gestos más importantes, por ser los más expresivos, son los que hacemos con las manos y la cabeza.

Movimientos de manos

 

 

Diversos autores han estudiado los movimientos de manos por ser uno de los elementos más expresivos. El objetivo que perseguían era, en general, establecer una relación entre los gestos y las emociones, conocer el significado particular de los gestos y conocer sus funciones en relación a la comunicación verbal. Ekman y Friesen (1969 y 1972) establecieron cinco categorías que aunque no son específicas de los movimientos gestuales, sí son los que mejor las definen.

Son las siguientes:

Emblemas: señales emitidas intencionalmente con un significado específico que puede ser traducido directamente por palabras. Éstos tienen una fuerte influencia cultural y suelen ser utilizados para suplantar o repetir el contenido de la comunicación verbal, para dar mayor énfasis a ésta o para ayudar en la comprensión si hubiese algún impedimento con las palabras. Ejemplos de ellos serían saludar o despedirse agitando el brazo, la señal de ¡OK! con el dedo pulgar hacia arriba, señalar con el dedo índice, etc…

Ilustrativos: conductas que acentúan el significado de las palabras (por ejemplo, decir “¡bien!” acompañado de las manos en alto). Ayudan en la comprensión del contenido (por ejemplo, describir una relación espacial y señalar la distancia con las manos) o incluso sustituyen al discurso. También tienen un fuerte componente cultural y, aunque son intencionales, no son tan deliberados como los emblemas.

Indicadores de estados emocionales: aunque la expresión facial es la mejor indicadora de estos estados, los gestos ayudan en esta función. Ejemplo de ello son los estados de tensión o ansiedad que se muestran con los puños cerrados fuertemente o golpeando algo.

Reguladores: movimientos que mantienen y regulan las intervenciones de los hablantes (la retroalimentación), indicándoles si su discurso está siendo interesante, que continúe, que se apresure, que repita, que conceda el turno al oyente,… Estos movimientos suelen ir acompañados de expresiones faciales, movimientos de cabeza, cambios de postura, etc. De estos gestos casi no se tiene conciencia, son difíciles de evitar y se detectan fácilmente en el otro.

Adaptadores: conductas que se han desarrollado desde la niñez y nos ayudan en la satisfacción de necesidades, en el dominio de emociones, en el control de una situación, en el cumplimiento de actividades, funciones,…

Existen tres tipos: autoadaptadores, adaptadores dirigidos a objetos y heteroadaptadores.

Los autoadaptadores

Hacen referencia a la manipulación del propio cuerpo como pellizcarse, rascarse, frotarse, cogerse a uno mismo,… Suelen incrementarse cuando estamos sometidos a mayor nivel de tensión. Por ejemplo, rascarse la nariz como señal de que nos estamos poniendo nerviosos; o taparse los ojos cuando algo nos da vergüenza.

Los adaptadores dirigidos a los objetos

Hacen referencia a la manipulación de objetos, como fumar, escribir con un lápiz y demás tareas instrumentales. La aparición de éstos es tardía.
Los heteroadaptadores son adaptadores dirigidos a otros. Son aprendidos en las relaciones interpersonales y nos hacen aproximarnos o alejarnos del hablante, atacar o protegernos, etc.

Movimientos de cabeza

Son gestos que influyen directamente en el transcurso de la interacción. De este modo, podemos afirmar o rechazar el mensaje del hablante, podemos estimularlo para que siga transmitiendo (un movimiento de asentimiento) o anunciar que tenemos prisa por tomar la palabra (movimientos rápidos de asentimiento).

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