LA AGRICULTURA Y LOS PLAGUICIDAS

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LA AGRICULTURA Y LOS PLAGUICIDAS

La agricultura, como arte de cultivar la tierra, es una antigua actividad humana que surge como imitación de los procesos de la naturaleza en beneficio del hombre, quien a través de la modificación del medio y de la selección de aquellas especies de mayor interés para su alimentación, logra cierta estabilidad y control. Esto ha hecho que desde la antigüedad las grandes culturas hayan estado ligadas a un importante desarrollo agrícola como base de su bienestar.

El uso del riego y de la fertilización, así como la lucha contra los enemigos de las plantas, son prácticas agrícolas tradicionales que han sido y aún siguen siendo utilizadas por diferentes culturas (chinos, persas, egipcios, romanos, árabes, incas, etc.), pero cuya evolución ha sido muy lenta hasta finales del siglo XIX. Fue en ese momento, cuando comenzó la agricultura moderna, que en Europa floreció como consecuencia de la revolución industrial y de los grandes movimientos migratorios desde las zonas rurales hasta las urbanas. Esto originó una creciente demanda de productos agrícolas, lo que supuso un creciente apoyo al desarrollo de la agricultura y, por tanto, a las técnicas culturales empleadas; al mismo tiempo se produjeron espectaculares avances científicos y tecnológicos que multiplicaron por diez las producciones obtenidas, garantizando así el suministro de alimento a las grandes ciudades que fueron surgiendo.

Sin embargo, esta evolución no se produjo de manera uniforme en todo el mundo y, aún en la actualidad, la desigualdad es todavía más patente. Así, en un gran número de países europeos (principalmente de Europa occidental) y en Norteamérica, la agricultura alcanza importantes cotas de desarrollo, mientras que en otros muchos países subdesarrollados o en vías de desarrollo se siguen utilizando técnicas agrícolas arcaicas.

La agricultura actual tiende a una especialización cuya intensidad depende de la zona o país del que se trate, lo que da lugar al desarrollo de monocultivos con grandes áreas dedicadas al cultivo de una única especie (por ejemplo cereales, algodón, agrios, olivar o viñedos). Así, de las más de 350.000 especies vegetales existentes, tan solo 30 producen el 95% de los productos agrarios consumidos, circunstancia que unida a la gran roturación del terreno para la agricultura, ha producido una continua alteración del medio y una proliferación de los enemigos de las especies cultivadas. Todo ello da lugar a pérdidas que suponen entre el 20 y el 50% de las cosechas a escala mundial y, en cierta medida, ha propiciado la aparición de nuevas técnicas de control de los enemigos de los cultivos.

El uso de determinados compuestos para controlar las plagas que destruyen las cosechas, es una práctica tradicional en la agricultura. Desde muy antiguo, griegos, judíos y otras culturas, utilizaban el azufre como “ahuyentador de plagas” de numerosos cultivos, sustancia que aún se sigue utilizando para el control de algunas plagas y enfermedades, como la araña roja o el oídio. También existen referencias acerca de cómo los hebreos utilizaban betún de Judea, cenizas y aceites para combatir ciertas plagas de la vid.

La aparición de los primeros formulados químicos (como por ejemplo el “caldo bordelés”, utilizado para prevenir el mildiu de la viña) se produjo a mediados del siglo XIX. Posteriormente, el descubrimiento del DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) en el año 1939, marcó un antes y un después en el control de plagas ya que constituyó el inicio del desarrollo de los plaguicidas químicos.

Esto, unido a la gran revolución en la agricultura con el empleo de nuevas técnicas de cultivo, se tradujo en espectaculares incrementos de las producciones. Sin embargo, este desarrollo ha llevado consigo un aumento del riesgo de contaminación del medio ambiente.

Efecto de la intensificación de la agricultura sobre el medio y la salud de la población

La intensificación de la agricultura provoca un aumento del uso de sustancias químicas para luchar contra plagas y enfermedades. El mal uso y manejo de los productos fitosanitarios, así como el de fertilizantes, unido a la ausencia de unas normas de prevención adecuadas en muchos países, han originado una alteración medioambiental severa. En multitud de ocasiones, dicha alteración provoca desastres ecológicos de gran magnitud que pueden afectar al aire, al suelo y al agua y que, inevitablemente, inciden (directa o indirectamente) en la salud de los seres humanos. Todos estos problemas son consecuencia de algunos de los siguientes aspectos:

  • La resistencia de los agentes causantes de plagas y enfermedades a los distintos formulados. En cualquier población de insectos, hongos, etc. existen individuos que se vuelven inmunes a las dosis normales de los formulados utilizados para su control. Con frecuencia, esta información es transmitida genéticamente, lo que da lugar a que toda la población se vuelva inmune al plaguicida. Este aspecto desencadena dos estrategias altamente contaminantes: una elevación de la dosis de aplicación y una utilización de productos cada vez más tóxicos.
  • El deficiente uso, manejo y manipulación de los productos plaguicidas utilizados en el control de organismos patógenos.
  • La existencia de un desconocimiento generalizado, unido a una negligencia laboral, en referencia a la protección personal adecuada cuando se realizan los tratamientos.
  • En multitud de ocasiones, no se respetan las normas sanitarias establecidas respecto a la utilización de productos fitosanitarios, ni se guardan los plazos de seguridad desde el tratamiento hasta la recolección.

LA AGRICULTURA Y LOS PLAGUICIDAS

 

En cualquier caso, y con independencia de las causas que provocan estos problemas, la consecuencia final es una afectación directa o indirecta de la salud de los seres humanos y del entorno. Concretamente, se puede demostrar la implicación de numerosos compuestos fitosanitarios en el desarrollo de un gran número de enfermedades y problemas fisiológicos del ser humano, tales como cáncer de mama, problemas respiratorios, alergias, abortos y malformaciones fetales.

Actualmente, en los países desarrollados la problemática más importante no reside en incrementar la producción para satisfacer las necesidades alimenticias, sino en el deterioro medioambiental relacionado con el uso de productos fitosanitarios y fertilizantes. Se exige un mayor control de los plaguicidas usados en la agricultura para evitar el progresivo deterioro del medio ambiente, lo que está íntimamente relacionado con la creciente preocupación por la presencia de residuos de productos fitosanitarios en los productos alimenticios, de ahí que los controles sean cada vez más severos y que la ausencia de este tipo de residuos en los productos agrícolas se haya convertido en marchamo de calidad.

Toda actividad relacionada con la producción de cultivos también genera una serie de residuos de origen agrícola, cuyo volumen se incrementa a medida que aquella se vuelve más intensiva. Se consideran residuos agrícolas todos aquellos materiales de desecho utilizados durante las labores del cultivo y que, una vez que han sido generados, suelen abandonarse. Son un claro ejemplo los plásticos de invernaderos y de túneles, sacos vacíos de fertilizantes, material de riego deteriorado (polietileno, PVC, etc.), envases de productos fitosanitarios o restos de cultivos. En general, la gestión que se hace de estos materiales no es adecuada y, junto al uso masivo de productos químicos, pone en peligro la salud del medio ambiente.

Según el nivel de intensificación de la agricultura y el tipo de cultivo, el volumen de desechos generado es diferente. Así, por ejemplo, los restos vegetales que se generan en una hectárea de cultivo de tomate ascienden a 150 m3 y en el caso particular de invernaderos, una hectárea puede generar 1.875 kg de plástico y en torno a 90 envases de productos fitosanitarios. Teniendo en cuenta estas cifras y el número de hectáreas dedicadas a la producción agrícola, se comprende la necesidad imperiosa e inmediata de gestionar dichos materiales residuales de forma distinta a la que hasta la fecha se ha venido realizando, es decir, evitando en todo momento su abandono y las incineraciones incontroladas.

LA AGRICULTURA Y LOS PLAGUICIDAS

 

 

La agricultura y los plaguicidas están estrechamente relacionados, ya que los plaguicidas son herramientas fundamentales utilizadas en la gestión de plagas para proteger los cultivos de daños causados por insectos, enfermedades y malas hierbas. Sin embargo, su uso debe ser equilibrado y controlado para minimizar impactos negativos en la salud humana, el medio ambiente y la sostenibilidad agrícola:

1. Tipos de Plaguicidas:

  • Insecticidas: Controlan insectos.
  • Fungicidas: Combaten hongos.
  • Herbicidas: Eliminan malas hierbas.
  • Nematicidas: Controlan nematodos.
  • Rodenticidas: Dirigidos a roedores.

2. Importancia de los Plaguicidas en la Agricultura:

  • Control de Plagas: Los plaguicidas ayudan a prevenir y controlar plagas que pueden dañar los cultivos y reducir el rendimiento.
  • Aumento de la Producción: Al proteger las plantas de las plagas, los plaguicidas contribuyen a un aumento en la producción de alimentos.

3. Desafíos y Problemas Asociados con los Plaguicidas:

  • Resistencia: Las plagas pueden desarrollar resistencia a los plaguicidas con el tiempo, lo que requiere el desarrollo de nuevos productos.
  • Impacto Ambiental: El uso excesivo o inadecuado de plaguicidas puede tener impactos negativos en el suelo, el agua y la biodiversidad.
  • Residuos en Alimentos: La presencia de residuos de plaguicidas en los alimentos es una preocupación de seguridad alimentaria.

4. Manejo Integrado de Plagas (MIP):

  • Promueve un enfoque equilibrado utilizando diversas estrategias, como control biológico, rotación de cultivos y uso mínimo de plaguicidas.
  • Busca minimizar el impacto ambiental y prevenir la resistencia de las plagas.

5. Impacto en la Salud Humana:

  • El uso indebido o la exposición excesiva a plaguicidas pueden tener efectos adversos en la salud humana.
  • Se deben seguir estrictamente las normativas y buenas prácticas para proteger a los agricultores y consumidores.

6. Alternativas Sostenibles:

  • Agricultura Orgánica: Utiliza prácticas agrícolas sostenibles y evita el uso de plaguicidas químicos sintéticos.
  • Control Biológico: Introduce enemigos naturales de las plagas para controlar su población.
  • Rotación de Cultivos: Minimiza la acumulación de plagas específicas.

7. Regulación y Legislación:

  • Los plaguicidas están sujetos a regulaciones gubernamentales para garantizar su uso seguro y minimizar riesgos para la salud y el medio ambiente.
  • Las etiquetas de los productos y las fichas de datos de seguridad proporcionan información clave.

8. Educación y Entrenamiento:

  • La capacitación de agricultores en el manejo seguro de plaguicidas es esencial para reducir riesgos y maximizar la eficacia.

9. Investigación y Desarrollo:

  • Se buscan constantemente nuevas tecnologías y productos más seguros y efectivos.

10. Responsabilidad Social y Ambiental:

bash
- Los agricultores y la industria agrícola tienen la responsabilidad de utilizar plaguicidas de manera responsable y adoptar prácticas sostenibles.

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