El enfoque de la economía experimental

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Sin embargo, la economía del comportamiento no es la única forma de aproximarse al análisis de las cuestiones económicas. También contamos con la economía experimental, aquella que, por medio de experimentos con individuos y en situaciones controladas, comprueba proposiciones de la teoría económica con el fin de determinar qué reglas influyen en el desempeño del mercado. Si las teorías fallan en entornos simples, es dudoso que funcionen en entornos tan complejos como el mundo real. Aunque los experimentos en economía no están exentos de limitaciones, nos ayudan a comprobar que la predicción económica no siempre se cumple.

Gracias a estudios como el juego del ultimátum, el juego de los bienes públicos o el dilema del prisionero, se ha observado que existe algún tipo de interdependencia entre las preferencias. Asimismo, dichos estudios desmienten la creencia de que estas son individuales y fijas, contando siempre con la simplificación que un experimento de este tipo supone. Por ejemplo: el juego del ultimátum consiste en repartir una cantidad de dinero, pongamos 10 euros, entre dos personas. La persona A es la encargada de hacer la división, mientras que la persona B únicamente puede aceptar la oferta o rechazarla, sin posibilidad de negociar. En caso de que decida rechazar la oferta, ni A ni B recibirán dinero alguno. Si las preferencias fueran individuales y fijas, A se quedaría con 9 euros y dejaría 1 euro a B, que aceptaría la oferta, ya que 1 euro mejora su posición actual. Lo que nos muestran estos experimentos es que en la realidad no suele producirse este resultado y, en la mayoría de los casos, B acaba rechazando este tipo de reparto propuesto por A, pues lo considera desigual e «injusto» (véase la figura 4).

Figura 4: Juego del ultimátum. A recibe un dinero, 10 euros, y tiene que decidir cómo lo reparte con B. Este tiene dos opciones: aceptar la oferta y repartir el dinero tal como proponga A, o rechazar la oferta, en cuyo caso ninguno de los dos se lleva nada.

Ambas economías, la del comportamiento y la experimental, tratan de buscar respuestas que ayuden a crear modelos teóricos que se adapten mejor a la realidad. La primera lo hace introduciendo cuestiones psicológicas para poder explicar aquello que los modelos clásicos no han sido capaces de justificar, y la segunda, comprobando empíricamente decisiones reales en contextos económicos. No obstante, ni la una ni la otra logran que prospere del todo el intento de comprender cómo tomamos las decisiones, aunque sí aportan cada una su «granito de arena» al proceso de acercarnos a una posible respuesta. Y es en este punto donde entra en juego la neurociencia, que forma con la economía y la psicología un equipo cuyo objetivo es explicar el comportamiento económico de las personas.

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