Dejarnos guiar por nuestra brújula interna

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DEJARNOS GUIAR POR NUESTRA BRÚJULA

INTERNA

La conciencia de uno mismo constituye una especie de barómetro interno que nos dice si la actividad que estamos llevando a cabo —o la que vamos a emprender— merece realmente la pena. Los sentimientos nos proporcionan una imagen global de toda situación. Y, en el caso de que existan discrepancias entre nuestros valores y nuestros sentimientos, el resultado será una profunda inquietud en forma de culpabilidad, vergüenza, dudas, ensoñaciones, inquietud, remordimientos o similares. Y todo este ruido de fondo actúa a modo de niebla emocional que inspira sentimientos que pueden acabar saboteando todos nuestros esfuerzos.
Por el contrario, las decisiones que se ajustan a nuestra brújula interna resultan estimulantes.
No sólo nos hacen sentir que estamos haciendo lo correcto sino que impulsan la atención y la energía necesaria para conseguir lo que queremos. En un determinado estudio realizado con «trabajadores del conocimiento» (que, en este caso, eran ingenieros, programadores informáticos y auditores), resultó evidente que quienes más destacaban en su campo efectuaban elecciones que les permitían trabajar dejando intacta o fortalecida su autoestima, elecciones que les hacían sentirse realizados y corroborar que estaban haciendo lo que debían.
A diferencia de los trabajadores promedio, que se dan por satisfechos con participar en cualquier proyecto que se les asigne, los trabajadores «estrella» tienen en cuenta, además, el tipo de proyecto que más les interesa, el tipo de personas con quienes puede resultar más estimulante trabajar y qué contribución personal pueden hacer para aumentar la eficacia.
Estas personas poseen, en suma, un conocimiento intuitivo de cuáles son sus mejores habilidades y saben, además, el mejor modo de sacarles partido. Y su desempeño es excelente porque son capaces de tomar las decisiones que les mantienen concentrados y estimulados.
De este modo, las personas que hacen caso a su sensación interna de lo que merece la pena minimizan el ruido emocional. Sin embargo, mucha gente considera por desgracia que no puede contar con sus valores en el mundo laboral, algo que, por cierto, resulta inadmisible.

Dirigir la propia vida
El impulso que nos lleva a establecernos y dejar una huella en el mundo es más perentorio a los veinte, los treinta o el comienzo de los cuarenta años pero, a partir de ahí, las personas suelen reconsiderar sus objetivos vitales porque comprenden que la vida es algo limitado. Y esta comprensión de la mortalidad nos lleva a replanteamos lo que realmente nos importa.

Manual de Inteligencia Emocional
Como dice el refrán, « cuando no sabes hacia dónde te diriges, cualquier camino sirve », lo cual significa que, cuanto menos conscientes seamos de lo que realmente nos apasiona, más perdidos nos hallaremos. Y este ir a la deriva puede llegar incluso a dañar seriamente nuestra salud. Tal vez sea por esto por lo que las personas que sienten que su trabajo no les permite aprovechar sus potencialidades o que sienten que su actividad es rutinaria y aburrida, corren un mayor riesgo de experimentar una dolencia cardíaca que aquéllos otros que sienten que su trabajo les brinda la oportunidad de expresarse plenamente. La conciencia de nosotros mismos nos proporciona, pues, una brújula segura para armonizar nuestras decisiones con nuestros valores más profundos.

UNA ADECUADA VALORACIÓN DE SÍ MISMO

Conocer nuestros recursos, nuestras capacidades y nuestras limitaciones internas.
Las personas dotadas de esta competencia:
• Son conscientes de sus puntos fuertes y de sus debilidades
• Reflexionan y son capaces de aprender de la experiencia
• Son sensibles al aprendizaje sincero de la experiencia, a los nuevos puntos de vista, a la formación continua y al desarrollo de sí mismo
• Cuentan con un sentido del humor que les ayuda a tomar distancia de sí mismos

Puntos ciegos
Permanecer ciego ante nuestros propios problemas puede poner en peligro nuestra carrera. Un estudio comparativo de los ejecutivos que fracasaban y de aquellos otros que desempeñaban adecuadamente sus funciones demostró que, si bien ambos grupos poseen puntos flacos, la principal diferencia radica en que los primeros son incapaces de aprender de sus propios errores e insuficiencias . Los ejecutivos fracasados parecen mostrarse muy poco dispuestos a reconocer sus propios errores y desdeñan a las personas que osan señalárselos.
Su resistencia es, pues, un claro indicador de que no pueden hacer nada por cambiar las cosas. Cierto estudio demostró que el rasgo distintivo de varios cientos de ejecutivos «estrella» pertenecientes a doce empresas diferentes era la precisión en la valoración de sí mismos. Pero esto no significa que las habilidades de los trabajadores «estrella» estudiados sean ilimitadas sino que son conscientes de sus límites y que, en consecuencia, conocen los aspectos que deben mejorar o saben cuándo deben trabajar con alguien que posea una capacidad de la que ellos carecen.

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