Áreas críticas en la regulación de las emociones

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Algunos estudios neuropsicológicos recientes han demostrado que las lesiones en determinadas áreas del cerebro pueden tener efectos perjudiciales en la regulación emocional y también en el comportamiento económico. Por poner un ejemplo, diremos que Michael Koenigs y Daniel Tranel, en 2007, llevaron a cabo un estudio para investigar si las dificultades en la regulación emocional tras una lesión en la corteza prefrontal ventromedial se asocian con la toma de más decisiones económicas irracionales en situaciones injustas. La corteza prefrontal ventromedial es un área cerebral crítica para modular las reacciones emocionales, pues participa en las decisiones haciendo que el proceso sea más deliberativo combinando la memoria de trabajo con los sistemas emocionales. Koenigs y Tranel comprobaron que la tasa de rechazo fue más alta en el grupo de individuos con lesión cerebral, lo que sugiere que, para tomar decisiones económicas «normales», la corteza prefrontal ventromedial cumple una función primordial en la regulación de las emociones. Otras áreas del cerebro que también intervienen en la regulación emocional y la toma de decisiones son la corteza prefrontal ventrolateral, la dorsolateral, la medial y la dorsomedial (véase la figura 10).

Figura 10: Principales áreas cerebrales implicadas en la regulación emocional.

Pero no solo tienen un papel las lesiones cerebrales. En otro estudio, encabezado por Daria Knoch en 2006, se mostró, mediante la estimulación magnética transcraneal, que la asunción de riesgos es un comportamiento que depende de la actividad en la corteza prefrontal dorsolateral derecha. Cuando inhibieron la actividad de esta área en algunas personas, antes de realizar un juego con riesgo, observaron que aumentaba su aceptación de las ofertas intencionalmente injustas de sus compañeros, como consecuencia de que tenían menos capacidad de reevaluación cognitiva de las situaciones de riesgo. De aquí se desprende que la emoción desempeña una función muy importante en la toma de decisiones con riesgo, entendiendo estas como la probabilidad de una pérdida potencial. Según Antonio Rangel, Colin Camerer y Read Montague (2008), todas las decisiones que tomamos implican un cierto grado de riesgo, en el sentido de que las asociaciones acción-resultado son probabilísticas, es decir, no sabemos con total certeza qué ocurrirá. Al principio se creía que la clave para saber de qué manera afectaba una emoción a las decisiones económicas era mirando su valencia, pues se pensaba que los efectos eran similares en emociones del mismo tipo (positivas versus negativas). En el primer grupo encontraríamos emociones como la alegría, la felicidad o el amor, mientras que en el segundo estarían la tristeza, la ira, la ansiedad o el miedo.

No obstante, en las investigaciones sobre la toma de decisiones con riesgo en las que se analiza el papel que desempeña la emoción, se ha comprobado que la valencia no es el factor determinante, ya que emociones de una misma valencia pueden generar distintos efectos en la toma de la decisión. La evaluación y la motivación personal son las que explican esos distintos efectos que las emociones con la misma valencia pueden tener a la hora de asumir riesgos económicos.

En 1999, Rajagopal Raghunathan y Michel Tuan Pham investigaron cómo las emociones con igual valencia pueden influir de distinta manera en los procesos de decisión. Los resultados que obtuvieron fueron que las personas tristes estaban más predispuestas a elegir las opciones con más riesgo y una recompensa alta, mientras que los individuos ansiosos optaban por aquellas con menor riesgo aunque conllevasen un menor beneficio. Indicaron que estas diferencias podían deberse al tipo de información que transmite cada emoción en particular, lo que provoca que los objetivos varíen. La tristeza pretende una sustitución de la recompensa y la ansiedad, una disminución de la incertidumbre y del riesgo. No obstante, conviene hacer una pequeña puntualización: estas emociones influyen en la asunción de riesgos económicos únicamente cuando las decisiones se toman por cuenta propia, desde una perspectiva individual, no cuando se decide en nombre de otra persona.

Pero ¿puede la regulación emocional disminuir los efectos que determinadas emociones tienen en la toma de decisiones, particularmente en situaciones con riesgo? La respuesta es sí, a pesar de que hasta hace poco no se ha contemplado la posibilidad de que la regulación emocional ejerza un efecto mediador en la relación entre emoción y toma de decisiones, como apuntan Heilman, Miu y Houser.

¿Recordáis el juego BART, del programa Brain Games, que nos ha servido de ejemplo unas páginas atrás? En 2010, Renata Heilman, Liviu Crisan, Daniel Houser, Mircea Miclea y Andrei Miu realizaron un experimento similar. En este caso utilizaron vídeos para inducir miedo y asco antes de jugar al BART. Lo que descubrieron fue que, empleando la regulación emocional de reevaluación, aparecían conductas propensas a las decisiones arriesgadas debido a que disminuía la aversión al riesgo (lo cual reducía los efectos de esas emociones negativas). Lo que sugieren es que la reevaluación cognitiva en la asunción de riesgos económicos podría deberse a una conexión funcional entre regiones cerebrales frontales y mesolímbicas.

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