La practica

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LA PRÁCTICA

Una habilidad emocional no puede desarrollarse de la noche a la mañana. El cerebro emocional necesita semanas o meses para cambiar sus hábitos. El viejo paradigma del desarrollo da por supuesto que éste tiene lugar de una manera espectacular e inmediata: envíese a las personas a un seminario de un par de días y —voilá!— volverán completamente transformados. Como consecuencia de esta equivocada suposición se manda a alguien a cursillos muy breves que apenas tienen el menor efecto, de modo que la persona puede acabar echándose la culpa —o haciéndolo su supervisor— por su falta de voluntad y
determinación, y por no haber logrado las mejoras pretendidas. No cabe duda de que un taller o seminario puede ser un buen comienzo pero, obviamente, esto no es suficiente. El aprendizaje de una nueva habilidad tiene lugar más fácilmente en el caso de disponer de múltiples oportunidades para practicarla durante un largo período que si hacemos la misma práctica en una sola sesión intensiva, una regla muy sencilla que, sin embargo, se olvida con demasiada frecuencia. Otro error muy común consiste en hablar mucho de la habilidad que se pretende desarrollar y dedicar muy poco tiempo a ponerla en práctica en una situación controlada. Lyle Spencer Jr. y Charley Morrow realizaron un estudio sobre los programas de formación para jefes y vendedores en el que se analizaba la organización del tiempo de
práctica real y de información teórica sobre la nueva habilidad, llegando a la conclusión de que el efecto de las sesiones prácticas es dos veces superior al de la mera exposición intelectual.
Este estudio también demostró que el rendimiento de la inversión económica dedicada a la práctica durante el proceso de formación es siete veces superior al de las sesiones didácticas meramente informativas.
Como decía Spencer: « el impacto de los programas de formación es muchísimo más poderoso si utilizamos la simulación para enseñar una competencia como, por ejemplo, el feedback que si nos limitamos a exponer los cinco principios del feedback eficaz sin ninguna oportunidad para ponerlos en práctica ».

Manual de Inteligencia Emocional

Alcanzar el punto en que un nuevo hábito reemplaza al viejo requiere mucha práctica. Pero el
«sobreaprendizaje» —es decir, aquel aprendizaje en el que la persona practica un nuevo hábito hasta el punto de llegar a dominarlo— reduce considerablemente la posibilidad de una recaída cuando vuelve a estar bajo presión. Los estudios clínicos realizados sobre el cambio de conducta demuestran que cuanto más tiempo invierta el sujeto, más permanente será también la transformación. En este sentido, los meses son más provechosos que las semanas y éstas, más que los días. En el caso de hábitos complejos, como la habilidad emocional suele requerirse un período de práctica de tres a seis meses —o más— para que tengan el efecto máximo. Una regla de oro para el desarrollo de la habilidad emocional es que las capacidades que se mejoran o se añaden al repertorio personal —como, por ejemplo—, aprender a
escuchar mejor puede asimilarse en menos tiempo del que se requiere para corregir un viejo hábito. Los hábitos muy establecidos — como el mal genio o el perfeccionismo, por ejemplo— se hallan tan profundamente arraigados que, en tales casos, es necesario un desaprendizaje del viejo hábito y su reemplazo por otro nuevo y más adecuado.
El tiempo que necesitará una persona para llegar a dominar una determinada habilidad emocional depende de muchos factores, pero cuanto más compleja sea la habilidad en cuestión, más tiempo tendrá que invertirse en ello. Por ejemplo, la gestión adecuada del tiempo que se fundamenta en un par de habilidades (como el autocontrol, necesario para resistirse a la tentación de caer en actividades que nos hacen perder el tiempo, y la motivación de logro, que fomenta el deseo de mejorar y de ser más eficiente), puede dominarse más rápidamente que el liderazgo, ya que ésta última es una habilidad de orden superior que se basa, a su vez, en una media docena de habilidades diferentes. Los programas más eficaces alientan también la práctica por cuenta propia. Aunque puedan existir razones laborales para desarrollar, por ejemplo, una habilidad como la capacidad de escuchar, ésta también resulta
muy provechosa para nuestra vida privada. Consideremos, en este sentido, que los estudiantes que asisten a cursos de gestión empresarial de dos años de duración, suelen invertir unas 2,500 horas entre clases y tareas. Y, si suponemos que duermen una media de siete horas por noche, resulta que, en esos dos años, están despiertos unas 10,500 horas ¿Qué aprenden, pues, durante las 8,000 horas de tiempo libre que les quedan?
Ésta fue la pregunta que se formularon Richard Boyatzis y los demás diseñadores del programa de formación de Weatherhead, llegando a la conclusión de que el aprendizaje autogestionado no debería interrumpirse en ningún momento ni lugar. Del mismo modo que no invertimos en nuestro trabajo todas las horas que pasamos despiertos (aunque a veces nos lo parezca), cuando se trata de desarrollar una competencia emocional toda nuestra vida debe convertirse en el escenario del cambio, porque la vida misma es la mejor de las escuelas.
Esa actitud promueve aquello que se conoce con el nombre de » excedente positivo «, en el que las habilidades que se desarrollan para mejorar en el trabajo repercuten también en otros
aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, un supervisor que aprenda a escuchar mejor a sus empleados también hará uso de esta facultad cuando converse con sus hijos. Algunas empresas —como 3M, en donde se diseñó un programa para reducir el coste de las bajas por enfermedad que trataba de que los empleados desarrollaran la flexibilidad tanto en el trabajo como en el hogar— consideran que este excedente es algo francamente necesario.

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1. Autoconocimiento emocional

  • Reflexiona sobre tus emociones: Tómate un tiempo para identificar y nombrar tus emociones en diferentes situaciones. Pregúntate qué sientes y por qué lo sientes.
  • Lleva un diario emocional: Anota tus emociones y las situaciones que las desencadenan. Esto te ayudará a identificar patrones y a ser más consciente de tus reacciones.

2. Autoregulación

  • Desarrolla técnicas de manejo del estrés: Practica la meditación, la respiración profunda o el mindfulness para aprender a calmarte y a regular tus emociones en situaciones de alta tensión.
  • Practica la pausa: Antes de reaccionar ante una situación emocionalmente cargada, tómate un momento para respirar y reflexionar. Esto te permitirá responder de manera más controlada y reflexiva.

3. Empatía

  • Escucha activa: Presta atención plena a lo que las otras personas están diciendo. Haz preguntas clarificadoras y demuestra interés genuino en sus sentimientos y perspectivas.
  • Ponte en el lugar del otro: Intenta imaginar cómo se siente otra persona en una situación dada. Esto te ayudará a comprender mejor sus emociones y motivaciones.

4. Habilidades sociales

  • Comunicación asertiva: Practica expresar tus pensamientos y sentimientos de manera clara y respetuosa. Usa “yo” en lugar de “tú” para evitar acusaciones y fomentar un diálogo abierto.
  • Manejo de conflictos: Aprende a abordar los conflictos de manera constructiva. Trata de encontrar soluciones que satisfagan a ambas partes y fomenta un ambiente de colaboración.

5. Motivación

  • Establece metas personales: Define metas claras y alcanzables que te motiven y te ayuden a mantenerte enfocado. Reflexiona sobre por qué estas metas son importantes para ti.
  • Celebra tus logros: Reconoce y celebra tus éxitos, por pequeños que sean. Esto te ayudará a mantener una actitud positiva y a motivarte para seguir adelante.

6. Práctica regular

  • Integrar la IE en la rutina diaria: Busca oportunidades diarias para practicar la inteligencia emocional, como en interacciones con colegas, amigos o familiares.
  • Formación continua: Considera participar en talleres, cursos o lecturas sobre inteligencia emocional para seguir desarrollando estas habilidades.

7. Ejemplo de aplicación

  • Situación: Te sientes abrumado por la carga de trabajo y la presión de plazos.
  • Práctica:
    • Autoconocimiento: Reconoces que te sientes estresado y frustrado. Anotas estos sentimientos y sus causas.
    • Autoregulación: Realizas ejercicios de respiración durante unos minutos para calmarte antes de continuar.
    • Empatía: Hablas con un colega y te das cuenta de que él también está sintiendo presión, lo que te permite compartir estrategias para manejar el estrés.
    • Habilidades sociales: Propone una reunión para discutir cómo pueden redistribuir las tareas de manera efectiva y evitar sobrecargas.
    • Motivación: Te recuerdas a ti mismo los objetivos que tienes y celebras los pequeños logros a medida que avanzas en tus tareas.

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