La flexibilidad: aprendiendo del estrés

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LA FLEXIBILIDAD: APRENDIENDO DEL ESTRÉS

El primero de ellos había recibido una calificación muy baja en los tests llevados a cabo para determinar su » flexibilidad «, es decir, su capacidad de comprometerse, de sentir que uno posee el control de la situación y de afrontar el estrés más como un estímulo que como una amenaza. Esta misma investigación demostró que las personas más flexibles ante el estrés no afrontan los cambios como un obstáculo sino como una oportunidad para el desarrollo y, en consecuencia, consideran que, por más agotador que pueda ser su trabajo, también les resulta excitante, soportan mejor el lastre físico del estrés y son capaces de superarlo padeciendo menos enfermedades. Una de las paradojas de la vida laboral es que una situación concreta puede ser vivida por una determinada persona como una amenaza inminente, mientras que otra, por el contrario, puede percibirla como un reto estimulante . Así pues, cuando disponemos de los recursos emocionales adecuados, lo que anteriormente nos parecía amenazador podemos terminar abordándolo como un desafío y afrontarlo con energía y hasta con entusiasmo. Existe una diferencia esencial entre el funcionamiento cerebral en condiciones de » estrés positivo » (es decir, los desafíos que nos movilizan y nos motivan ) y de «estrés negativo » (es decir, las amenazas que nos desbordan, nos paralizan o nos desalientan).
En este sentido, las substancias químicas cerebrales destinadas a generar la energía necesaria para afrontar los retos son muy diferentes de las que se ponen en funcionamiento para responder al estrés o a la amenaza, activándose únicamente cuando nuestra energía es elevada, nuestro esfuerzo máximo y nuestro estado de ánimo positivo. De este modo, la bioquímica de esos estados positivos está ligada a la activación del sistema nervioso simpático y las glándulas suprarrenales a fin de secretar las llamadas catecolaminas. Las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) nos movilizan para actuar de un modo más provechoso que cuando nos hallamos bajo la frenética urgencia del cortisol . Una vez que el cerebro se ha puesto en situación de urgencia, comienza a bombear cortisol y elevadas dosis de
catecolaminas al torrente sanguíneo. Pero la condición cerebral óptima para poder desempeñar adecuadamente nuestro trabajo sólo tiene lugar cuando el cerebro se halla en un bajo nivel de excitación, es decir, cuando sólo se encuentra activado el sistema catecolamínico. (Y, para activar el cortisol, no es necesario percibir que nuestro empleo se halla en peligro o recibir una crítica de nuestro jefe, sino que basta con estar aburrido, impaciente, frustrado o cansado. 

Manual de Inteligencia Emocional

En cierto sentido, pues, podemos hablar de dos tipos de estrés —el estrés positivo y el estrés negativo— y de dos sistemas biológicos diferentes. También existe un punto de equilibrio cuando nuestro sistema nervioso simpático se halla levemente activado, cuando nuestro humor es positivo y cuando nuestra capacidad para pensar y reaccionar es óptima. Éstas son, precisamente, las condiciones más favorables para mejorar nuestro rendimiento.

CONFIABILIDAD E INTEGRIDAD

Ser íntegro y ser responsable
Las personas dotadas de esta competencia
En el caso de la responsabilidad:
• Actúan ética e irreprochablemente.
• Su honradez y sinceridad proporcionan confianza a los demás.
• Son capaces de admitir sus propios errores y no dejan de señalar las acciones poco éticas de los demás.
• Adoptan posturas firmes y fundamentadas en sus principios aunque resulten impopulares.
En el caso de la integridad:
• Cumplen sus compromisos y sus promesas.
• Se responsabilizan de sus objetivos.
• Son organizados y cuidadosos en su trabajo.
Una de las características distintivas de los trabajadores íntegros es la sinceridad, aun cuando se trate de manifestar sus propios sentimientos, un rasgo que contribuye a nimbarles del halo de autenticidad que les rodea. Por el contrario, quienes nunca admiten que han incurrido en un error o «exageran» acerca de un producto, de su empresa o de sí mismos, no hacen más que socavar su propia credibilidad.
La integridad —la expresión abierta, sincera y coherente— es uno de los rasgos distintivos de los trabajadores «estrella». Consideremos, por ejemplo, las personas que desempeñan su actividad en el campo de las ventas, un negocio que depende en buena medida de la capacidad de establecer relaciones y en el que el hecho de ocultar información decisiva, incumplir las promesas o ser incapaz de hacer frente a los compromisos mina la confianza que tan vital resulta para poder mantener la clientela.

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