La estrategia de la reevaluación, puesta a prueba

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La regulación emocional no solo influye en la toma de decisiones con riesgo, sino que también puede cambiar las elecciones en contextos sociales, como apuntan Mascha van’t Wout, Luke Chang y Alan Sanfey. En 2016, estos investigadores realizaron un experimento donde pretendían poner de relieve la importancia que tiene la regulación emocional en las interacciones sociales. Querían estudiar la efectividad de dos de sus estrategias, la reevaluación y la supresión, a la hora de modificar las decisiones sociales en el juego del ultimátum. Los participantes que utilizaron la reevaluación tuvieron que adoptar una actitud neutral al ver las ofertas, mientras que los que aplicaron las supresiones no podían dejar de sentir sus emociones en el momento de decidir si aceptaban o no las divisiones propuestas. Asimismo, se les pidió a los primeros que pensasen en qué razones había tenido la persona encargada de hacer la división para proponerles esas ofertas. Lo que observaron los investigadores fue que aquellos participantes que emplearon la técnica de la reevaluación aceptaron con más frecuencia ofertas injustas que aquellos que se sirvieron de la supresión o los que no usaron estrategia alguna de regulación emocional; y que, en segundas interacciones, cuando eran ellos los que tenían que proponer la división, eran más propensos a formular ofertas justas con aquellos que previamente les habían propuesto ofertas injustas. Así pues, la reevaluación se considera una estrategia de regulación emocional muy influyente, capaz de cambiar nuestras decisiones y la forma en la que interactuamos con otras personas, incluso en condiciones no justas. No es suficiente con suprimir la expresión de las emociones, es necesario reinterpretar la respuesta emocional que se ha generado como consecuencia de una oferta injusta.

Deporte y economía: paralelismos en la toma de decisiones

En estados de gran ansiedad, como por ejemplo cuando se practican determinados deportes, la regulación emocional es un factor importante en la ejecución de una tarea. El deportista tiene que pasar en segundos de la excitación a la relajación y concentración, por lo que el control de las emociones es básico. Lo mismo sucede en algunas áreas económicas, donde la toma inmediata de decisiones genera una gran presión emocional. Lo importante es que, con el entrenamiento adecuado de estos circuitos emocionales neuronales, tanto el deportista como el economista pueden lograr un mejor rendimiento, eliminando el ruido corporal negativo que condiciona, sin duda alguna, la respuesta motora y aumenta los errores, y disminuye la precisión y la velocidad en la misma.

En conclusión, podemos afirmar que la regulación emocional está presente en la toma de decisiones. Karolina Lempert y Elizabeth Phelps apuntan a una vinculación entre las emociones y las decisiones, de tal modo que estas últimas pueden modificarse gracias a la regulación emocional. La evidencia que muestra el impacto de las estrategias cognitivas para reinterpretar o reevaluar el significado emocional de la opción de elección confirma el papel de la emoción en el cálculo del valor subjetivo. Dado que la regulación emocional se puede entrenar con el fin de modificar las emociones que sentimos, solamente nos queda por entender cómo funcionan los circuitos cerebrales de forma eficiente para mejorar los procesos de aprendizaje y control de las emociones anteriores a la toma de una decisión económica. Todo ello confirma que la emoción desempeña un papel principal en el comportamiento económico impulsando las decisiones, y no un rol secundario como se pensaba.

Decisiones con riesgo versus decisiones sin riesgo: procesos neurológicos y sesgos asociados

«Es imposible evitar el riesgo por completo, pero sí podemos decidir qué riesgo vale la pena correr.»

Brain Games

La mayoría de las veces no depende de nosotros poder elegir entre certeza e incertidumbre, ya que vivimos rodeados de riesgos. Aunque las decisiones arriesgadas siempre se han identificado con los deportes de riesgo o los casinos, todos los días debemos enfrentarnos a elecciones de este tipo, sin apenas darnos cuenta de ello: desde cuando optamos por cruzar la calle sin esperar a que el semáforo peatonal se ponga en verde hasta el momento en que decidimos dónde comer o qué hacer con nuestros ahorros.

La mayoría de las decisiones que tomamos conllevan cierto nivel de riesgo, pues pocas veces conocemos con certeza qué sucederá. Este es el motivo por el que nuestras decisiones se basan en cálculos de probabilidades, así como en la valoración personal que efectuamos de cada uno de los posibles resultados. Como apuntan en el episodio de Brain Games que comentamos en el capítulo anterior, nuestro cerebro intenta calcular los riesgos de cualquier decisión con el fin de correr los menos posibles. El problema con el que nos topamos es que, mientras que algunos riesgos se pueden anticipar, otros, sin embargo, son impredecibles. Por este motivo la toma de decisiones con riesgo es un tema importante dentro de la economía, pues el riesgo es capaz de influir en nuestro comportamiento y en nuestras decisiones.

Pero ¿qué entendemos por riesgo? A pesar de que el riesgo se ha utilizado para describir una variedad de factores que influyen en nuestras decisiones, no existe una definición ampliamente aceptada, ya que se trata de un concepto polifacético con muchos matices. Sí hay consenso a la hora de ver los riesgos como amenazas que, en caso de hacerse realidad, impedirían la obtención del resultado deseado. Por ejemplo, comprar una casa sin tener apenas medios es una apuesta que implica riesgos. Sin embargo, mientras que los economistas pueden verlo como una inversión cuyo objetivo es la obtención de beneficios económicos futuros, los psicólogos suelen tener en cuenta los daños psicológicos que puede ocasionar, como el estrés o la ansiedad que la persona pueda sufrir como consecuencia de la dificultad para hacer frente a la hipoteca. Para los economistas, el riesgo es la posibilidad de ocurrencia de diversos resultados, mientras que los psicólogos acostumbran a asociarlo con un daño o pérdida.

Frank Knight, en su libro Risk, uncertainty and profit (1921), estableció la distinción entre riesgo e incertidumbre. El primero se da cuando los eventos futuros suceden con una probabilidad medible, mientras que el segundo es difuso, y aparece cuando dicha probabilidad no se puede calcular. Algunos autores hablan de incertidumbre y ambigüedad indistintamente. No obstante, es en el primero, el riesgo, donde solemos movernos, permitiendo a nuestro cerebro ponderar los resultados según las probabilidades y nuestras valoraciones personales.

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