Colaboracion, equipos y CI de grupo

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9. COLABORACIÓN, EQUIPOS Y CI DE GRUPO

Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos.

Refrán japonés
La consolidación de buenos equipos constituye una especie de búsqueda moderna del grial del mundo empresarial. « En el mundo actual hay tecnología, empresarios, dinero e inversores suficientes. Lo que faltan son grandes equipos ». Esto es, al menos, lo que dice John Doerr, legendario inversor de Silicon Valley que ha contribuido al desarrollo de nuevas empresas, desde Lotus y Compaq hasta Genentech y Netscape.

La supervivencia de lo social
Los humanos somos seres fundamentalmente sociables. Las complejas relaciones que mantenemos entre nosotros han supuesto una auténtica ventaja en términos de supervivencia, manifestando un talento cooperativo que alcanza su punto culminante en la empresa moderna.
Algunos teóricos evolutivos consideran que el momento clave de la emergencia de nuestras habilidades interpersonales tuvo lugar cuando nuestros antepasados bajaron de los árboles a la sabana, donde la coordinación social necesaria para la caza y la recolección suponía una gran ventaja. Este aprendizaje de las habilidades esenciales para la supervivencia significó también que durante aquel período crítico los niños debían «ser instruidos» hasta la edad de quince años aproximadamente, momento en el cual el cerebro humano alcanza su madurez anatómica. Y la ventaja que supuso la cooperación trajo consigo un sistema social más complejo y un nuevo reto para la inteligencia humana.
Esta visión del papel desempeñado por la cooperación en el desarrollo evolutivo del ser humano nos obliga a poner en cuestión la famosa fórmula de que «sólo sobreviven los más aptos». Ésta era la visión a la que, en las postrimerías del siglo XIX, se aferraba el darwinismo social para sostener su postura de que «el más apto» —es decir, el más fuerte y cruel— acaba inevitablemente triunfando sobre el débil, una postura que trata de justificar la competencia despiadada ignorando, al mismo tiempo, la condición de los más pobres y desafortunados.

Manual de Inteligencia Emocional

El evolucionismo actual ha reformulado esa idea y ha introducido la noción de que la aptitud evolutiva no depende tanto de la fuerza como del éxito reproductivo, es decir, del número de hijos que sobreviven para transmitir los genes a las generaciones futuras. Desde este punto de vista, el verdadero sentido de la «supervivencia» evolutiva radica, pues, en el legado genético.
Así pues, la clave de la supervivencia no depende tanto de la crueldad de depredadores solitarios como del funcionamiento del grupo (recolección de alimento, alimentación de la progenie y defensa frente a los predadores). De hecho, hasta el mismo Darwin comenzó proponiendo que los grupos humanos cuyos miembros trabajaban juntos en aras del bien común sobreviven más y tienen más descendencia que aquéllos otros cuyos miembros sólo trabajaban para sí mismos o los que no formaban parte de ningún grupo.
Las ventajas que supone una horda bien cohesionada resultan evidentes hasta hoy en día en los escasos grupos humanos que subsisten como cazadores y recolectores, el estilo de vida que, durante millones de años, fue modelando la arquitectura de nuestro cerebro. Uno de los factores determinantes fundamentales de la salud de los niños de tales grupos es el hecho de que tengan una abuela u otro pariente mayor que complemente los esfuerzos realizados por el padre y la madre para conseguir alimento. Todos nosotros disponemos de una especie de radar —legado de nuestro pasado evolutivo común— que nos permite diferenciar a las personas amables y cooperadoras de las personas egoístas. En cierto experimento realizado en la Cornell University se reunió a grupos de personas desconocidas durante treinta minutos con la intención de que cada uno de ellos valorase el grado de egoísmo o cooperación de los demás, valoraciones que coincidieron plenamente con los resultados de un juego en el que, para vencer, los participantes debían elegir estrategias egoístas o cooperadoras. En este sentido, las personas se sienten atraídas por quienes se muestran amables y cooperadores y no existe tanta diferencia entre estos grupos y la propia familia.

La socialización modela el cerebro
Uno de los principales patrimonios anatómicos en los que se asienta la necesidad humana de trabajar en equipo es el neocórtex, el estrato superior del cerebro que nos proporciona la capacidad de pensar.
Los retos adaptativos más determinantes para la supervivencia de una especie son los que acaban determinando sus cambios evolutivos. La coordinación de un grupo —ya se trate del equipo de trabajo de una empresa o de una horda de homínidos— exige un alto nivel de inteligencia social que incluye la capacidad de interpretar y desenvolverse adecuadamente en el mundo de las relaciones. Si los individuos socialmente más inteligentes presentan una mayor supervivencia de su progenie —y son, por tanto, los más «aptos»— la naturaleza terminará seleccionando aquellos cambios cerebrales que se muestren más útiles para afrontar las complejidades de la vida en grupo. A lo largo de la evolución —al igual que sigue ocurriendo hoy en día— los miembros del grupo tienen que equilibrar las ventajas que supone la cooperación para defenderse de los enemigos, cazar, recolectar y cuidar de los hijos, con las
desventajas que conlleva la competencia interna por el alimento, el sexo u otros recursos limitados, especialmente en tiempos de escasez. A ello debemos agregar las jerarquías de
dominio social, las relaciones de parentesco y los intercambios quid pro quo, que dan lugar a una ingente cantidad de datos sociales que hay que interpretar y utilizar adecuadamente.

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