Durante mucho tiempo las teorías económicas han defendido la racionalidad de la toma de decisiones, pensando que la información disponible se reflejaba en los precios de los activos financieros y que los inversores siempre buscaban maximizar su utilidad (teoría de los mercados eficientes). Es decir, cualquier persona podría tener acceso a toda la información existente y siempre actuaría motivada exclusivamente por la maximización del beneficio.
Sin embargo, determinados estudios del comportamiento han demostrado que dichas teorías distan mucho de lo que sucede en la realidad, y que en el proceso de tomar una decisión están presentes algunos conceptos más próximos a la psicología, como los de impulso, sesgo, percepción y emoción. No obstante, mediante los estudios de psicología todavía no hemos podido dar una respuesta clara a los problemas que plantea la economía. En este sentido, acudimos a la neurociencia para conocer y explicar mejor los procesos conductuales y de toma de decisiones económicas.
En los últimos años hemos asistido a la aparición de diferentes estudios e investigaciones que demuestran la importancia de determinadas áreas cerebrales en las decisiones que tomamos sobre aspectos financieros. Encontramos algunos ejemplos en los mecanismos neuronales implicados en la gestión del riesgo, la incertidumbre, la ambigüedad o la recompensa.
La neuroeconomía aparece como una nueva ciencia que estudia las decisiones económicas de los seres humanos. Así, intenta explicar sus decisiones en el ámbito económico estudiando la interrelación entre las conductas económicas y el cerebro. Por eso busca la colaboración de otras disciplinas, principalmente la psicología, para poder, desde diversas perspectivas, predecir y explicar las decisiones económicas y financieras.
Gracias a los avances en el estudio del cerebro, su funcionamiento y su influencia en multiplicidad de aspectos (conducta, empatía, aprendizaje, etcétera), la neuroeconomía puede ayudar a estudiar las decisiones económicas con el fin de predecirlas.
Las distintas escuelas de pensamiento económico se han ido interesando progresivamente por el funcionamiento del cerebro en relación con el comportamiento económico y financiero, y han añadido a sus anteriores creencias en cuanto a aspectos emocionales, sociales, psicológicos o culturales los conocimientos aportados por la neurociencia. De este modo se ha descubierto que el resultado final de nuestras decisiones económicas y financieras no depende solo de fundamentos objetivos o estrictamente económicos y financieros.
Como señala Richard H. Thaler (premio Nobel de Economía de 2017), las teorías económicas clásicas consideraban que el comportamiento irracional era irrelevante en el ámbito de la investigación. Sin embargo, la evidencia científica indica que el ser humano no actúa siempre guiado por criterios racionales y es propenso a cometer errores. Así, las actitudes humanas como la racionalidad limitada, las preferencias sociales y la falta de autocontrol afectan a la toma de decisiones individuales en materia económica y del mercado.
Los individuos buscan atajos que simplifiquen el proceso de decidir. Los atajos heurísticos le brindan al inversor esta opción, es decir, encarar el problema de manera intuitiva y rápida basándose en sus emociones o conocimientos.
En las últimas décadas estos factores han adquirido una mayor importancia en el momento de medir las decisiones económicas del individuo cuestionando de manera acertada la teoría moderna.
Sin embargo, los avances neurocientíficos conseguidos en los últimos años están abriendo un amplio abanico de posibilidades para reformular las teorías científicas clásicas, que están siendo revisadas a la luz de los nuevos descubrimientos realizados acerca del cerebro.
La impredecibilidad y, fundamentalmente, el desconocimiento desde la perspectiva económica de la neurociencia y sus repercusiones en la toma de decisiones están provocando un movimiento de refundación de los principales postulados económicos y financieros vinculados a los procesos decisionales en materias como la decisión empresarial, el comportamiento de los inversores ante productos y servicios financieros o la inversión y financiación en los mercados financieros o de valores.
La neuroeconomía, a través del estudio del cerebro, puede permitir conocer mejor cómo actúa el cerebro humano mientras toma decisiones de carácter empresarial, económico o financiero, así como crear instrumentos que los economistas y financieros puedan utilizar. Por ejemplo, si somos capaces de analizar y entender cómo se comporta nuestro cerebro cuando estamos decidiendo qué acciones comprar en la Bolsa, podremos, en el futuro, crear programas formativos de análisis bursátil que doten al profesional de mejores recursos cognitivos y emocionales que le permitan tomar decisiones más acertadas o lo alejen de aquellas que puedan llevarnos a otra crisis económica o financiera.
Creemos que las posibilidades de la neuroeconomía son inmensas, y no solo en el ámbito del diseño de productos financieros, modelos de predicción sobre la asunción de riesgos en dichos productos o la gestión de carteras de valores y patrimonios, sino que también puede influir en figuras de reciente aparición en el mundo de las finanzas, como los roboadvisors o el fenómeno fintech. Los roboadvisors se basan en la aplicación de la inteligencia artificial al campo de las finanzas, utilizando robots para realizar funciones de asesoramiento financiero. El término fintech es la suma de las palabras «finanzas» y «tecnología» en inglés, y supone acomodar el fenómeno tecnológico a la actividad financiera. En definitiva, se trata de servirnos de la tecnología para mejorar nuestras decisiones económicas y financieras, gracias a los avances en las técnicas de neuroimagen que ayudan a explicar el comportamiento del cerebro, así como a las tecnologías informáticas y de inteligencia artificial que sirven de herramienta de apoyo para la toma de decisiones.
Después de estas reflexiones parece conveniente empezar a cuestionar muchas de las teorías clásicas que parecían inmutables en el ámbito financiero. Como señala Robert Shiller, premio Nobel de Economía de 2013, para explicar el comportamiento de los mercados de valores actuales es preciso incorporar nuevos aspectos como los factores sociológicos (la llegada de internet a los hogares) y los factores culturales (la nueva manera de percibir la economía). La posibilidad de consultar en tiempo real (on time) y a través de internet toda la copiosa información financiera disponible, al alcance de cualquier persona, está modificando los hábitos financieros y, por tanto, las teorías financieras diseñadas en una época anterior a esta situación pueden quedar parcial o totalmente obsoletas.
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Epílogo: Neuroeconomía – Nuevos Planteamientos para la Toma de Decisiones
La neuroeconomía ha abierto un nuevo horizonte en la comprensión de cómo las personas toman decisiones económicas. A través de la integración de la neurociencia, la psicología y la economía, esta disciplina desafía la idea tradicional de que los humanos somos agentes racionales que siempre tomamos decisiones maximizando el beneficio propio. Por el contrario, muestra que nuestras elecciones están profundamente influenciadas por nuestras emociones, sesgos cognitivos y limitaciones en el procesamiento de información.
Los hallazgos de la neuroeconomía nos invitan a repensar muchos de los modelos y supuestos sobre los que se han basado las teorías económicas y financieras clásicas. Hemos aprendido que los individuos, al enfrentarse a decisiones complejas, a menudo recurren a heurísticas o atajos mentales, lo que puede llevar a elecciones irracionales. Estos hallazgos no solo tienen implicaciones en el campo académico, sino también en la vida diaria, la gestión financiera, la inversión y la formulación de políticas públicas.
El surgimiento de la neuroeconomía también pone en el centro de la discusión la interacción entre el cerebro y la economía. La toma de decisiones no es solo una cuestión de cálculos y datos; está moldeada por mecanismos biológicos, como los centros de recompensa y castigo en el cerebro, que nos guían a lo largo de nuestras vidas económicas. Las emociones como el miedo, la ansiedad o la euforia pueden tener un impacto significativo en nuestras decisiones financieras, desde la gestión del riesgo hasta la valoración de inversiones.
Este nuevo enfoque nos brinda herramientas para diseñar mejores estrategias y políticas que tengan en cuenta las limitaciones humanas, promoviendo comportamientos más sostenibles y eficientes. Nos permite también entender que los fallos en la toma de decisiones no son excepciones, sino una parte inherente de la naturaleza humana, y que los mercados no siempre son perfectamente eficientes.