Entender el comportamiento humano —cómo y por qué tomamos las decisiones que tomamos— ha sido un objetivo clave en muchas disciplinas, como la psicología o la neurociencia. Sin embargo, en el campo de la economía, lograr este propósito sería como encontrar el Santo Grial. ¿Por qué decimos esto? Muy sencillo: la economía ha pretendido, aunque sin demasiado éxito, estudiar la toma de decisiones de las personas con la principal finalidad de predecir su conducta en situaciones de incertidumbre, pues conocer los procesos que hay detrás de una decisión tendría unas implicaciones, en términos económicos, incalculables. Imaginemos que Apple supiese cómo nos vamos a comportar en un futuro cercano: podría desarrollar de inmediato otro dispositivo tecnológico adaptado que volviese a cambiar nuestra forma de comunicarnos; o que Zara conociese con antelación qué prendas se van a vender y en qué cantidades: tendría la posibilidad de planear mejor sus gastos y eliminar stocks innecesarios, lo cual supondría para la empresa un gran beneficio. ¿Y qué ocurriría si pudiésemos saber y anticipar cómo se van a comportar los inversores, y en definitiva la sociedad, desde una perspectiva económica o financiera? Sin duda esto nos proporcionaría un mecanismo para prevenir crisis como la de 2007 en los Estados Unidos. Si alguien hubiera podido predecir las «burbujas inmobiliarias» o el efecto final de las conocidas «hipotecas subprime», que suponían la concesión de créditos hipotecarios sin las suficientes garantías de pago, además del uso generalizado de la titulización, lo cual generó una de las mayores crisis de la historia, es muy probable que ciertas decisiones financieras no se hubieran adoptado nunca. Lamentablemente, esta posibilidad no pasa de ser una mera utopía, dado que no somos capaces ni de entender ni de predecir nuestro comportamiento.
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1. Economía Clásica y Neoclásica: La Racionalidad
En sus inicios, la economía, influenciada por autores como Adam Smith, David Ricardo, y más tarde los economistas neoclásicos como Alfred Marshall y Léon Walras, asumía que los seres humanos actuaban de manera racional. Según estos enfoques:
- Homo economicus: Se asumía que las personas toman decisiones maximizando su utilidad personal (beneficio), procesando toda la información disponible y tomando decisiones de manera lógica.
- Equilibrio de mercados: La economía neoclásica se centraba en cómo los mercados tendían a alcanzar el equilibrio a través de la interacción de oferta y demanda, suponiendo que los actores económicos son racionales y siempre actúan en su mejor interés.
Aunque este marco fue exitoso para formalizar modelos matemáticos y teorías de mercado, las teorías clásicas y neoclásicas ignoraban las emociones, incertidumbre y sesgos cognitivos que influyen en el comportamiento real de los seres humanos.
2. Críticas desde la Psicología: Economía Conductual
A partir de mediados del siglo XX, la economía comenzó a integrar aspectos de la psicología. La figura central en este desarrollo fue Daniel Kahneman, quien junto con Amos Tversky desafió las suposiciones de la racionalidad en la toma de decisiones económicas. Este campo se denomina economía conductual.
- Teoría de las perspectivas (Prospect Theory): Kahneman y Tversky demostraron que las personas no siempre toman decisiones racionales. Los individuos son más adversos al riesgo cuando enfrentan pérdidas que cuando enfrentan ganancias. Esta teoría muestra que las decisiones no se basan únicamente en la maximización de la utilidad esperada.
- Sesgos cognitivos: Los seres humanos tienden a cometer errores sistemáticos en la toma de decisiones debido a heurísticas (atajos mentales), como el sesgo de confirmación, el efecto anclaje o el efecto marco. Estos sesgos desafían la idea de que el «homo economicus» siempre actúa racionalmente.
Richard Thaler, otro economista conductual, contribuyó con su trabajo sobre la economía del comportamiento al explorar cómo las «inconsistencias» del comportamiento humano podían ser incorporadas en los modelos económicos. En 2017, Thaler fue galardonado con el Premio Nobel de Economía por su contribución a este campo.
3. Neurociencia y Economía: La Conexión
Mientras la economía conductual exploraba los sesgos y errores en las decisiones, la neurociencia comenzó a estudiar las bases biológicas y los procesos neuronales que subyacen a la toma de decisiones.
En la década de 1990, con el avance de las tecnologías de imagen cerebral como la resonancia magnética funcional (fMRI), los neurocientíficos comenzaron a observar directamente cómo el cerebro procesa información económica. Aquí nace la neuroeconomía, que busca integrar economía, psicología y neurociencia para comprender cómo las personas toman decisiones complejas bajo incertidumbre y riesgo.
4. Neuroeconomía: Un Nuevo Paradigma
La neuroeconomía es el resultado de la fusión de estos campos. A través de estudios empíricos, los neuroeconomistas han demostrado que las decisiones económicas no se toman únicamente en la corteza prefrontal (responsable del pensamiento racional), sino que involucran también áreas cerebrales relacionadas con las emociones y los impulsos, como la amígdala o el cortex orbitofrontal.
- El papel de las emociones: Las emociones juegan un papel crucial en la toma de decisiones. Estudios neuroeconómicos han mostrado que personas con daño en áreas del cerebro responsables de procesar emociones tienden a tomar decisiones irracionales o inadecuadas, incluso si conservan su capacidad lógica intacta.
- Reevaluación de la racionalidad: Mientras que la economía clásica asumía una toma de decisiones puramente lógica, la neuroeconomía revela que el cerebro combina emociones, intuición y análisis lógico en cada decisión.
- Toma de decisiones bajo riesgo e incertidumbre: La neuroeconomía explora cómo el cerebro responde a situaciones de riesgo. La paradoja de Ellsberg, por ejemplo, ilustra cómo las personas prefieren opciones en las que las probabilidades son conocidas (riesgo) frente a aquellas en las que la incertidumbre es mayor, lo que desafía el principio de racionalidad.
5. Aplicaciones Prácticas de la Neuroeconomía
La neuroeconomía tiene aplicaciones en diversas áreas, desde la política económica hasta el marketing y la estrategia empresarial. Algunas áreas clave incluyen:
- Decisiones financieras: La neuroeconomía puede ayudar a explicar por qué los inversores cometen errores recurrentes en los mercados financieros, como la aversión a las pérdidas o el efecto de exceso de confianza.
- Políticas públicas: Entender cómo las emociones y los sesgos afectan la toma de decisiones puede mejorar el diseño de políticas públicas, especialmente en áreas como el ahorro para la jubilación o la salud.
- Marketing y consumo: Al estudiar cómo el cerebro responde a distintos estímulos (publicidad, precios, productos), las empresas pueden diseñar estrategias de marketing más efectivas.