De acuerdo a lo establecido anteriormente, la enfermería es la disciplina encargada del cuidado de los seres humanos. Como se dijo, el cuidado es una actitud y práctica antropológica, porque hace parte de las acciones de los seres humanos. Esto coloca la trayectoria histórica del cuidado en la misma línea de la historia de la humanidad, y a la enfermería, como profesión, en una referencia temporal de los últimos 150 años. Sin embargo, la literatura sobre el tema toma a ambas como sinónimos, por lo cual, cuando se trata la historia de la enfermería, se incluye una ventana de observación que corresponde a toda la historia de la humanidad (Donahue, 1996; Alligood, 2011; Martínez y Chamorro, 2011).
La tabla 1, tomada de Martínez y Chamorro (2011), modificada de Colliere (2009), es una referencia frecuente para la determinación de las etapas de la historia de la enfermería. Sin embargo, la linealidad, así como la visión del desarrollo humano desde segmentos de tiempo uniformes, ha sido ampliamente debatido en las ciencias sociales, por su visión unilineal y rígida, que poco puede dar cuenta de variaciones culturales o del entendimiento de los procesos más allá del etnocentrismo occidental. En otras palabras, muchas de las prácticas de un período siguen vigentes en diferentes países en el mundo, a partir de las diversas formas de expresión cultural presentes en el mundo y no necesariamente puede ser visto como un período «superado” por la civilización occidental.
Ana Luisa Velandia (2008) es una de las autoras que más han trabajado el tema de la historia de la enfermería en Colombia y América Latina. En uno de sus trabajos, analiza lo que ella llama la «periodización de la historia de enfermería”. Dicho análisis revela la amplitud de propuestas en lo que se refiere al establecimiento de los períodos, más allá de los mencionados aquí, pero su intención es identificar los enfoques sociológicos, políticos, económicos, religiosos presentes en cada periodización de la historia de la enfermería. Para ello, divide los enfoques externalista (religioso, sociopolítico y antropológico) e internalista (desarrollo teórico, evolución de la práctica y educación).
Esta distinción está asociada con el título de este aparte, con la intención de problematizar el enfoque con el que se debe asociar la historia de la enfermería. Es decir, ¿debe hacerse la historia de la enfermería (internalista) o ubicar la enfermería en la historia (externalista)? Este trabajo no pretende dar una alternativa a los desarrollos de la historia de la enfermería, pero considera que esta última no puede aislarse de los hechos históricos, ni abandonar la crítica frente al perfil eurocéntrico desde el que ha sido escrita la historia. En ese sentido, debe realizar el esfuerzo por articular lo externo con lo interno, de manera que revele la manera en que lo primero incide y limita el desarrollo de lo segundo. En otras palabras, el desarrollo histórico de la enfermería no puede comprenderse aislada de los factores que la rodean, mucho menos dar solución a sus problemáticas desde una visión en la que ella es centro de todo.
Este capítulo también se pregunta sobre la inexorable necesidad de los segmentos de tiempo, llámese períodos, fases o etapas. ¿Es posible una historia sin ellas? Si bien son útiles para la identificación de tendencias en determinados momentos de la historia, hay que tener en cuenta que las caracterizaciones que se han hecho son solo avances, como una especie de borradores, porque la historia aún no ha terminado de ser contada. El siglo pasado se obsesionó con el concepto de evolución y se olvidó de la carga ideológica presente en ella, y de su fácil asociación con otras categorías que permitieron la clasificación de las sociedades y sus poblaciones, definiendo unas desarrolladas o avanzadas y otras que vivían en una especie de atraso o «rezago cultural”.
De acuerdo a lo anterior, parte de la problematización consiste en preguntarse hasta qué punto los periodos o etapas contribuyen con la clasificación del mundo en sociedades avanzadas y atrasadas, dado que, muchas de las características de un período pasado permanecen vigentes en la actualidad para muchas comunidades. De igual forma, puede ser que la carga ideológica de exotismo basado en la idea que representan poblaciones supervivientes del pasado, como piezas de museo, y que, cuando en la práctica la enfermera(o) interactúa con ellos, limita su comprensión en términos de una variación cultural y, por tanto, no es capaz de brindar cuidado basado en la cultura, descarta la validación o negociación e inmediatamente opta por la transformación de sus costumbres.
Resulta muy difícil demostrar lo anterior, pero es importante considerarlo como parte de una posibilidad hipotética y, por lo tanto, ser muy sensibles en la enseñanza de las etapas, para que no genere sesgos ideológicos que lleven a clasificar a las sociedades en atrasadas y avanzadas, sino que, por el contrario, de la mano de la enfermería transcultural amplifique la comprensión de la heterogeneidad de la humanidad.
De lo anterior se puede dar ejemplo de la siguiente manera. En la etapa doméstica del cuidado, se hace referencia continua a lo primitivo, al papel de la mujer, a la existencia de la magia y a hechiceros y brujas. Si bien el concepto de primitivo ya no tiene uso frecuente en la actualidad, los demás términos son referencia constante de los estudiantes y las personas como parte de sus representaciones sociales, las cuales recogen mucho del estigma que sobre poblaciones indígenas y afrodescendientes construyó el colonialismo. Además, la descripción que dan los textos son superficiales y difícilmente se aproximan a la complejidad que hay detrás de prácticas como el chamanismo. Lo que hacen, por lo tanto, es facilitar que la figura se esencialice y que desde ella valore las expresiones de las comunidades que viven en el presente.
Lo anterior exige mayor profundización en los análisis históricos del cuidado enfermero y presentarlos en el marco de un desarrollo más complejo y multilineal, diseñando una matriz más compleja en la cual la historia occidental se presente de manera relativista, paralela a oriente, África, Asia y a las poblaciones amerindias sobrevivientes del holocausto colonial. Esta perspectiva de la historia, contribuiría notablemente en la ampliación de la comprensión del pasado del cuidado enfermero, otorgando una referencia compleja de las poblaciones del presente.
En la idea de homologar historia del cuidado con historia de la enfermería, es necesario establecer algunas precisiones antes de dibujar un panorama de lo que la constituye. Esta equiparación tiene origen en trabajos como los de Donahue (1996) y, sobre todo, en la tradición anglófona, inspirada en la continuidad que se puede rastrear en la etimología nursing y care, pero no sucede lo mismo en la tradición hispanoparlante y el término enfermería. En ese sentido, enfermería y nursing tiene un origen y proceso cognitivo distinto (Gálvez, 2007) y por lo tanto, en la tradición española donde enfermería se asocia a un lugar donde permanecen los enfermos, no expresa un vínculo directo con el cuidado, en el sentido literal del término, pero si desde prácticas y actitudes comunes.
Lo anterior quiere decir, que la continuidad cuidado y enfermería no se puede limitar a la etimología de las palabras, pero también que es necesario la perspectiva crítica frente a la manera en que se construye la historia de la enfermería, en este caso, la manera en que se asumieron los textos de Donahue y otras obras de tradición angloparlante (Gálvez, 2007).
Luego de haber presentado las advertencias sobre las consideraciones y prejuicios que pueden desarrollarse junto a los análisis y descripciones de la historia de la enfermería, resulta necesario hacer un repaso en torno a estos postulados, que permitan ubicar al lector poco experto, en el panorama del desarrollo histórico enfermero.
Etapa doméstica
Esta etapa incluye la prehistoria y las civilizaciones antiguas. Su propósito es ubicar los orígenes del cuidado enfermero junto a los de la humanidad, teniendo en cuenta la afirmación repetida en este texto, relacionada con el carácter antropológico del cuidado y, por lo tanto, la manera en que ha estado presente desde los orígenes del ser humano. Sin embargo, la prehistoria es un campo amplio, y si bien han ido despejándose varios interrogantes en torno al pasado humano, todavía existen ciertas hipótesis por demostrar. En esta época, como sostienen tanto Donahue (1996), como Martínez y Chamorro (2011), el pasado de la enfermería se confunde con el de la medicina y aunque estudios derivados de la paleopatología se concentran en la salud humana de la época, sus descubrimientos dan cuenta de estrategias de cuidado y curación que resultaron efectivas, como lo señalan las evidencias óseas.
Como hipótesis se puede plantear también que el desarrollo de estrategias de cuidado fue paralelo a la evolución del ser humano, pasando de ser un factor instintivo a racional, tornándose más complejo a medida que la configuración humana lo permitía. En ese sentido, el cuidado jugaría un papel importante en los procesos de adaptación y estrategias de selección natural, pero con un papel determinante más amplio a medida que el desarrollo cultural humano fue mayor. El papel de la mujer como cuidadora, la aparición del hechicero y la bruja, así como la magia y los métodos empíricos, fueron los elementos que caracterizaron esta fase.
La escritura, la agricultura y en general el estilo de vida sedentario constituyen, como ya lo han indicado varios autores, indicios del desarrollo humano y señales de un cambio en el estilo de la vida. A esta fase la historia de la enfermería la denomina civilizaciones antiguas, haciendo referencia a sociedades que alcanzaron un desarrollo cultural significativo. De ellas se han resaltado los egipcios, asirios, sumerios, persas y culturas milenarios como la india, china, griega y romana, entre otras, marcados por la exuberancia del desarrollo de la cultura material, pero poco a poco se ha ido reconociendo una mayor amplitud de sociedades con igual desarrollo cultural.
El desarrollo de la escritura en egipcios y chinos, por ejemplo, ha permitido la evidencia de procedimientos avanzados que incluye no solo métodos empíricos de curación, sino también intervenciones quirúrgicas y manejo de vendajes. Este episodio de la historia del cuidado contempla el desarrollo paralelo de elementos mágico- religiosos, junto a métodos nacidos de la experiencia empírica, muchos de los cuales, se presentan como antecedentes de la ciencia.
Etapa vocacional
La vocacional se presenta como la segunda etapa del cuidado enfermero. Como su nombre lo indica, está marcada por el papel preponderante de la religión, no solo en términos de las concepciones de salud -enfermedad, sino del papel que estableció para definir el rol de género y sobre todo de la disposición altruista de las mujeres para cuidar. Para Donahue (1996), la etapa vocacional está marcada por la caída del Imperio romano y el ascenso del cristianismo, sin embargo, es necesario destacar que correspondió a un proceso de largo aliento, en el cual confluían diversas religiones, muchas de las cuales estaban ampliamente influenciadas por la tradición greco-romana.
Para el cristianismo, sostiene Donahue, la vocación se inspira en la parábola del buen samaritano, la cual da ejemplo de caridad y misericordia. En Lucas 10:25-37 (La Biblia, citado en Donahue, 1996), Jesús cuenta que un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, los ladrones le arrebatan sus pertenencias y lo dejan herido y grave. Pasa un sacerdote y un levita y lo ignoran, pero un tercer hombre se conmueve de él, lo recoge, venda y dispone al mesonero dos monedas para su recuperación. La caridad y misericordia expuesta en la parábola, se asemeja con las ideas presentadas por Watson cuando se refiere al cuidado transpersonal y la identificación con la persona necesitada.
La etapa vocacional se ubica en la Edad Media (siglos V-XV). Para Martínez y Chamorro (2011), las precursoras de la enfermería en esta etapa fueron las diaconisas, viudas, matronas romanas y en la baja edad media los monjes. La etapa moderna, por su parte, se caracterizó por la consolidación de organizaciones que, con vocación religiosa se encargaron de aspectos relacionados con la salud y la enfermedad, tales como la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios, Hermanos Terciarios de la Orden Franciscana y la Compañía Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Desde una perspectiva diferente, Colliere (2009) se refiere a esta etapa como la mujer consagrada/condenada. Identifica sus roles, en el marco de una variedad de matices que influyeron en la dinámica de la labor femenina de la época, en la que se resalta su posición en rituales vinculados con ciclos de la naturaleza, pero también se evidencian las alternativas que la sociedad le ofrecía, marcadas por el desempeño doméstico y responsabilidad de la pareja; por otro lado, la virginidad se presenta como opción a este tipo de situaciones, en el sentido que las liberaba de la dinámica doméstica y las acercaba a la labor de las diaconisas. La autora resalta también que, durante el ascenso del cristianismo, la iglesia atacó las mujeres que tenían conocimiento de las plantas, catalogándolas como brujas, generando una estrategia más de control sobre el ser femenino.
Enfermería en la Antigüedad:
- Civilización Egipcia (3000 a.C. – 30 a.C.):
- Las primeras evidencias de prácticas de enfermería se encuentran en el antiguo Egipto. Las mujeres asumían roles de cuidadoras y utilizaban métodos de tratamiento basados en la observación y el conocimiento empírico.
- Civilización Griega (800 a.C. – 146 a.C.):
- En la antigua Grecia, Hipócrates, el padre de la medicina, enfatizó la importancia de la higiene y la atención a los enfermos. Las mujeres, conocidas como «iatrai», también desempeñaban un papel en el cuidado de los enfermos.
Enfermería en la Edad Media y el Renacimiento:
- Época Medieval (500 – 1500):
- Durante la Edad Media, los cuidados de salud eran proporcionados principalmente por monjas y hermanas religiosas en monasterios y hospitales religiosos.
- Renacimiento (siglos XV – XVI):
- Con la llegada del Renacimiento, se produjo un renacer del conocimiento y la educación. Sin embargo, las prácticas de enfermería continuaron siendo realizadas principalmente por religiosas.
Enfermería en los Siglos XVII y XVIII:
- Siglo XVII:
- La enfermería estaba vinculada a la iglesia y al cuidado de los enfermos en hogares privados. La atención hospitalaria estaba a menudo relacionada con la caridad.
- Siglo XVIII:
- Durante la Ilustración, hubo un impulso hacia la educación y la ciencia. La enfermería, sin embargo, aún carecía de reconocimiento formal y estaba lejos de la práctica moderna.
Enfermería en los Siglos XIX y XX:
- Florence Nightingale (siglo XIX):
- Florence Nightingale, una pionera de la enfermería moderna, introdujo reformas significativas en el cuidado hospitalario durante la Guerra de Crimea. Se le atribuye la profesionalización de la enfermería y el énfasis en la formación formal.
- Siglo XX:
- La enfermería experimentó avances significativos en la formación y la práctica clínica. Las enfermeras adquirieron roles más especializados, y la profesión se expandió en áreas como la atención comunitaria y la investigación.
Enfermería en el Siglo XXI:
- Avances Tecnológicos:
- La enfermería en el siglo XXI ha presenciado avances tecnológicos que han transformado la atención al paciente, como el uso de registros electrónicos de salud y la telemedicina.
- Enfermería Global:
- La enfermería no solo se ha desarrollado a nivel local, sino también globalmente, con profesionales de enfermería contribuyendo a la atención de la salud en diversas partes del mundo.
- Roles Expandidos:
- Las enfermeras contemporáneas desempeñan roles cada vez más especializados, incluyendo la administración de casos, la gestión de la atención y la participación activa en equipos interdisciplinarios.