COLABORACIÓN, EQUIPOS Y CI DE GRUPO
Ninguno de nosotros es tan inteligente como todos nosotros juntos.
Refrán japonés
La consolidación de buenos equipos constituye una especie de búsqueda moderna del grial del mundo empresarial. « En el mundo actual hay tecnología, empresarios, dinero e inversores suficientes. Lo que faltan son grandes equipos ». Esto es, al menos, lo que dice John Doerr, legendario inversor de Silicon Valley que ha contribuido al desarrollo de nuevas empresas, desde Lotus y Compaq hasta Genentech y Netscape.
La supervivencia de lo social
Los humanos somos seres fundamentalmente sociables. Las complejas relaciones que mantenemos entre nosotros han supuesto una auténtica ventaja en términos de supervivencia, manifestando un talento cooperativo que alcanza su punto culminante en la empresa moderna.
Algunos teóricos evolutivos consideran que el momento clave de la emergencia de nuestras habilidades interpersonales tuvo lugar cuando nuestros antepasados bajaron de los árboles a la sabana, donde la coordinación social necesaria para la caza y la recolección suponía una gran ventaja. Este aprendizaje de las habilidades esenciales para la supervivencia significó también que durante aquel período crítico los niños debían «ser instruidos» hasta la edad de quince años aproximadamente, momento en el cual el cerebro humano alcanza su madurez anatómica. Y la ventaja que supuso la cooperación trajo consigo un sistema social más complejo y un nuevo reto para la inteligencia humana.
Esta visión del papel desempeñado por la cooperación en el desarrollo evolutivo del ser humano nos obliga a poner en cuestión la famosa fórmula de que «sólo sobreviven los más aptos». Ésta era la visión a la que, en las postrimerías del siglo XIX, se aferraba el darwinismo social para sostener su postura de que «el más apto» —es decir, el más fuerte y cruel— acaba inevitablemente triunfando sobre el débil, una postura que trata de justificar la competencia despiadada ignorando, al mismo tiempo, la condición de los más pobres y desafortunados.
El evolucionismo actual ha reformulado esa idea y ha introducido la noción de que la aptitud evolutiva no depende tanto de la fuerza como del éxito reproductivo, es decir, del número de hijos que sobreviven para transmitir los genes a las generaciones futuras. Desde este punto de vista, el verdadero sentido de la «supervivencia» evolutiva radica, pues, en el legado genético. Así pues, la clave de la supervivencia no depende tanto de la crueldad de depredadores solitarios como del funcionamiento del grupo (recolección de alimento, alimentación de la progenie y defensa frente a los predadores). De hecho, hasta el mismo Darwin comenzó proponiendo que los grupos humanos cuyos miembros trabajaban juntos en aras del bien común sobreviven más y tienen más descendencia que aquéllos otros cuyos miembros sólo trabajaban para sí mismos o los que no formaban parte de ningún grupo.
Las ventajas que supone una horda bien cohesionada resultan evidentes hasta hoy en día en los escasos grupos humanos que subsisten como cazadores y recolectores, el estilo de vida que, durante millones de años, fue modelando la arquitectura de nuestro cerebro. Uno de los factores determinantes fundamentales de la salud de los niños de tales grupos es el hecho de que tengan una abuela u otro pariente mayor que complemente los esfuerzos realizados por el padre y la madre para conseguir alimento. Todos nosotros disponemos de una especie de radar —legado de nuestro pasado evolutivo común— que nos permite diferenciar a las personas amables y cooperadoras de las personas egoístas. En cierto experimento realizado en la Cornell University se reunió a grupos de personas desconocidas durante treinta minutos con la intención de que cada uno de ellos valorase el grado de egoísmo o cooperación de los demás, valoraciones que coincidieron plenamente con los resultados de un juego en el que, para vencer, los participantes debían elegir estrategias egoístas o cooperadoras. En este sentido, las personas se sienten atraídas por quienes se muestran amables y cooperadores y no existe tanta diferencia entre estos grupos y la propia familia.
Manual de Inteligencia Emocional
La socialización modela el cerebro
Uno de los principales patrimonios anatómicos en los que se asienta la necesidad humana de trabajar en equipo es el neocórtex, el estrato superior del cerebro que nos proporciona la capacidad de pensar.
Los retos adaptativos más determinantes para la supervivencia de una especie son los que acaban determinando sus cambios evolutivos. La coordinación de un grupo —ya se trate del equipo de trabajo de una empresa o de una horda de homínidos— exige un alto nivel de inteligencia social que incluye la capacidad de interpretar y desenvolverse adecuadamente en el mundo de las relaciones. Si los individuos socialmente más inteligentes presentan una mayor supervivencia de su progenie —y son, por tanto, los más «aptos»— la naturaleza terminará seleccionando aquellos cambios cerebrales que se muestren más útiles para afrontar las complejidades de la vida en grupo. A lo largo de la evolución —al igual que sigue ocurriendo hoy en día— los miembros del grupo tienen que equilibrar las ventajas que supone la cooperación para defenderse de los enemigos, cazar, recolectar y cuidar de los hijos, con las desventajas que conlleva la competencia interna por el alimento, el sexo u otros recursos limitados, especialmente en tiempos de escasez. A ello debemos agregar las jerarquías de dominio social, las relaciones de parentesco y los intercambios quid pro quo, que dan lugar a una ingente cantidad de datos sociales que hay que interpretar y utilizar adecuadamente.
Y ahí precisamente radica la presión evolutiva que impone la necesidad de desarrollar un «cerebro pensante» que permita desenvolverse correctamente en este entramado de relaciones sociales. En el reino animal, sólo los mamíferos disponen de neocórtex y, en el caso de los primates —entre los que se incluye el ser humano—, la proporción existente entre el neocórtex y el volumen total del cerebro guarda una relación directa con el tamaño típico del grupo característico de cada especie. En el caso de los primeros humanos el tamaño del grupo oscilaba en torno a docenas o cientos de individuos, mientras que en el mundo empresarial de hoy lo hace en torno a miles de personas.
Desde este punto de vista, la inteligencia social emergió antes de que lo hiciera el pensamiento racional y, en consecuencia, las habilidades del razonamiento abstracto propio de la especie humana requieren la existencia de un neocórtex que originalmente apareció para habérselas con el mundo interpersonal inmediato. Pero el neocórtex evolucionó a partir de las estructuras más antiguas del cerebro emocional, como la amígdala , por ejemplo, y en este sentido está indisolublemente unido a los circuitos neurológicos de la emoción. Así pues, la interpretación de la dinámica grupal que realiza el neocórtex no puede dejar de lado las señales procedentes de la emoción. De hecho, cada acto mental de reconocimiento («esto es una silla», pongamos por caso), despierta una determinada reacción emocional en nosotros («… y no me gusta»).
Este mismo sistema cerebral nos permite saber al punto, por ejemplo, a quiénes de nuestros compañeros de ascensor debemos saludar y a quiénes no («parece que el jefe está hoy de mal humor y será mejor que no le diga nada») y también condiciona cada uno de los detalles de las relaciones de cooperación claves para la supervivencia en las empresas de hoy en día.
Hasta cuando nos limitamos a transmitir una información aparentemente neutra, los receptores neurológicos de los matices emocionales están registrando innumerables mensajes tácitos —como el tono de voz, las palabras elegidas, los detalles de la postura, los gestos y los ritmos— que son los que imponen el contexto emocional a esa información. Estas señales emocionales tienen el poder de aumentar o disminuir el interés del individuo y del grupo. La adecuada coordinación, pues, depende tanto de los canales emocionales tácitos como del contenido racional explícito de lo que se dice y lo que se hace.
Las ventajas del trabajo en equipo: la mente del grupo
El mundo laboral de hoy en día se caracteriza por el hecho de que cada uno de nosotros dispone tan sólo de una parte de la información o experiencia que se requiere para llevar a cabo un determinado trabajo.
Así pues, la red o el equipo de personas a quienes debemos pedir información y experiencia es cada vez mayor y, de este modo, nunca como ahora hemos dependido tanto de la mente del grupo.
La inteligencia emocional es el lubricante que necesita la mente del grupo para pensar y actuar con eficacia ya que, por sí solos, el intelecto y las habilidades técnicas no convierten a las personas en miembros relevantes de un equipo.
Otra de las debilidades mostradas por los equipos integrados por personas que poseen un elevado cociente intelectual es que todos sus miembros optan por el mismo tipo de tarea, aplicar sus habilidades críticas a los aspectos intelectualmente más atractivos, cayendo entonces fácilmente en interminables análisis y contraanálisis. En esos grupos nadie se preocupa por la planificación, la recopilación, el intercambio de información práctica, el registro de lo que va aprendiéndose o la coordinación de un plan de acción, facetas todas ellas.
Vea nuestro Máster de Coaching Infantil y Juvenil.
1. Colaboración y Equipos: Claves desde la IE
La colaboración efectiva en un equipo no depende solo de habilidades técnicas, sino también de habilidades emocionales y sociales. Los equipos de alto rendimiento suelen compartir las siguientes características:
- Comunicación abierta y honesta:
- Los miembros del equipo sienten confianza para expresar sus ideas, preocupaciones y emociones sin temor a juicios negativos.
- Empatía y comprensión mutua:
- Los integrantes del equipo se esfuerzan por entender los puntos de vista y emociones de los demás, promoviendo un entorno inclusivo.
- Gestión de conflictos:
- La inteligencia emocional permite resolver desacuerdos de manera constructiva, evitando que las tensiones personales perjudiquen la productividad.
- Cooperación y apoyo mutuo:
- La capacidad de reconocer las fortalezas individuales y utilizarlas en beneficio del grupo fomenta la cohesión.
- Regulación emocional colectiva:
- Los equipos con alta IE colectiva saben manejar el estrés, la presión y las emociones negativas, manteniendo la motivación y la calma en situaciones críticas.
2. Coeficiente Intelectual de Grupo (CI de Grupo)
El CI de grupo mide la capacidad de un equipo para resolver problemas, tomar decisiones y adaptarse a desafíos. Su relación con la IE incluye:
- Sinergia emocional:
- Equipos con alta IE logran que las emociones positivas se multipliquen, generando entusiasmo, creatividad y una mayor implicación.
- Reglas emocionales implícitas:
- En equipos con buen CI de grupo, los miembros establecen normas sobre cómo manejar conflictos, dar retroalimentación y reconocer logros.
- Diversidad emocional:
- La IE en equipos permite que la diversidad emocional y cultural se transforme en una fortaleza, evitando malentendidos y aprovechando diferentes perspectivas.
3. Habilidades Clave para Mejorar la IE en Equipos
- Autoconciencia:
- Cada miembro del equipo debe ser consciente de sus emociones y cómo estas afectan su desempeño y relaciones.
- Autogestión:
- Implica regular las propias emociones, evitando reacciones impulsivas o improductivas.
- Conciencia social:
- Entender las dinámicas emocionales del equipo y adaptarse a ellas para promover la cohesión.
- Gestión de relaciones:
- Crear conexiones positivas, resolver conflictos y fomentar un ambiente de confianza y respeto mutuo.
4. Ventajas de la IE en la Colaboración de Equipos
- Mejora la toma de decisiones:
- Equipos emocionalmente inteligentes logran tomar decisiones equilibradas, considerando tanto aspectos racionales como emocionales.
- Fomenta la innovación:
- Un ambiente emocionalmente seguro impulsa la creatividad y la disposición a experimentar nuevas ideas.
- Aumenta la resiliencia:
- La capacidad de manejar emociones colectivamente ayuda al equipo a enfrentar contratiempos sin perder el enfoque.
- Fortalece el compromiso:
- Los miembros del equipo se sienten más valorados y conectados, lo que refuerza su motivación.
5. Ejercicios para Desarrollar la IE en Equipos
- Rondas de feedback emocional:
- Dedicar tiempo para que los miembros del equipo compartan cómo se sienten respecto a su trabajo y colaboración.
- Prácticas de mindfulness grupal:
- Ejercicios de respiración o meditación para reducir el estrés y mejorar la claridad emocional.
- Role-playing para gestionar conflictos:
- Simular situaciones de tensión para practicar habilidades de comunicación y resolución de conflictos.
- Reconocimiento de logros:
- Establecer un sistema regular para reconocer contribuciones individuales y colectivas, fomentando emociones positivas.